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Seokgwan-don. Universidad de artes de Seúl. Ala este.

La última calada al cigarrillo te supo a gloria, y lo tiraste por la ventana al tiempo que admirabas tu obra.

La música a todo volumen retumbaba en la pequeña sala llena de lienzos inacabados en la que te refugiabas, llenando el aire del ritmo de la batería.

Somewhere darker, talking the same shite. I need a partner.Well are you out tonight? —canturreaste acompañando la melodía.

La puerta se abrió y tu más fiel (y única) amiga entró a la sala, juzgándote silenciosamente. Estaba claro que podía oler el humo del cigarro atrapado en la estancia a pesar de tener la ventana abierta, porque alzó una ceja mientras seguías canturreando despreocupada.

—Cari, por si no te has dado cuenta estás en la universidad, no en uno de los baretos cutres que te gustan...

Te levantaste de la silla y le agarraste las manos para hacerla moverse al ritmo de la melodía de rock que sonaba. Heejin se dejó llevar, riendo por tu entusiasmo.

—¿Has terminado el cuadro, no? —preguntó a sabiendas de que así era; no había nada que te pusiese de mejor humor que acabar una de tus obras. Aún así, asentiste al ritmo de la canción.

—Me voy a hacer de oro con este —bromeaste.

Heejin rió con ganas y tú la acompañaste, cómo no. Tu amiga era la única mujer con la que tenías relación y la que te hacía seguir teniendo fe en el sexo femenino.

Nunca te habías llevado demasiado bien con las mujeres; seguías sin tener idea del porqué. Quizás era por tus formas, tus manías, tu brusquedad o simplemente porque los hombres te hacían sentir más cómoda, pero con Heejin era distinto. A pesar de ser tan femenina y delicada que te hacía sentir como un camionero a su lado, no te sentías incómoda de que así fuese. Heejin era natural y te hacía sentirte agusto contigo misma.

—¿Vas a querer salir a celebrarlo, no? —preguntó una vez la canción acabó y dio paso a una más deprimente y lenta.

—Puedes apostar tu teta derecha.

—¿Aviso a Bi? —Negaste inmediatamente, cogiendo tu chaqueta de encima de una mesa—. De ese me encargo yo; voy a buscarle ahora.

—¿No tienes clase? —preguntó con evidente reproche.

—Sí. —Le dedicaste un beso en la distancia y saliste de la sala.

Tu amiga no aprobaba en exceso tus constantes faltas de asistencia a las clases, menos teniendo en cuenta que tu pertenencia a aquella universidad se basaba en una beca. Pero esa mañana estabas de buen humor y eso no solía pasar a menudo.

Tuviste que andar un buen trecho hasta llegar al ala norte, con la intención de buscar a tu amigo. No te gustaba tener que internarte en esa parte de la universidad, pero merecía la pena con tal de encontrarte con él.

Tras espiar por casi todas las clases, le encontraste, y no esperaste un segundo para entrar a pesar de que toda la clase charlaba formando un corrillo.

—¡Jung Hoseok! —gritaste, provocando que el corrillo se abriese para mirarte y que de este saliese un chico sonriendo abiertamente.

Esa sonrisa era la culpable de que estuvieses enamorada hasta las cachas de él.

Aunque no nos confundamos; estabas enamorada de su optimismo, de la manera que hacía que todo el mundo a su alrededor se apreciase gracias al calor que transmitia. No tenías ningún tipo de deseo romántico hacía aquel chico; bueno, ni por ese ni por ninguno.

CrybabyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora