Te faltaba el aire y temías atragantarte en cualquier momento. No podías volver a respirar con normalidad, y el idiota de Jungkook —con la boca llena de chocolate— no te ponía las cosas fáciles para dejar de reír de una santa vez.
—Y-ya... Y-yaaa... p-por-por favor —suplicaste entre carcajadas.
A pesar de que lo implorases, llorando de la risa y agarrándote las costillas por culpa de las punzadas agudas que te estaban dando, Jungkook repitió la acción que te había llevado a estar en ese estado. Con toda la boca y los dientes llenos de chocolate, puso la mueca más extraña que le hubieses visto hacer jamás: alzando las cejas, abriendo los ojos en exceso y adoptando una expresión a medio camino entre un presentador de telediario y un asesino en serie, mientras bailoteaba de manera ridícula.
Empezaste a dar golpes con el puño cerrado sobre la mesa de piedra del jardín. Seguramente tu pobre mano reprocharía esos golpes en unos minutos, pero necesitabas parar de reír con cualquier método o ibas a implosionar.
—¿C-chicos? ¿Qué hacéis?
La pregunta a tu espalda consiguió que Jungkook se congelase en medio de ese baile, con las palmas de las manos todavía extendidas. Cerró la boca a toda velocidad y se limpió rápidamente con una servilleta todo el chocolate que tenía por la cara.
No te habías dado cuenta de cuando habías dejado de hacerlo, pero ya no te reías lo más mínimo al ver a Jungkook con la cara completamente roja de pura vergüenza.
Heejin se acercó un poco más a la mesa, abrazándose a sí misma con gesto incómodo.
—Solo estábamos haciendo un poco el imbécil —contestaste finalmente al ver que Jungkook no tenía intención alguna de soltar palabra, porque había agachado la cabeza de forma exagerada y ahora miraba al césped.
—Ah, ya veo —suspiró Heejin con una sonrisa tensa—. ¿P-puedo desayunar con vosotros?
—Hee, eres consciente de que esta es tu casa, ¿verdad?
—Sí... claro, p-pero no quiero molestar...
Miraste a tu amiga mientras te comías el plátano que habías dejado a medias antes del ataque de risa y la invitaste a sentarse, retirando una silla junto a ti. No pudiste evitar fijarte la manera en que Jungkook se pasaba las manos por encima de los pantalones de chándal compulsivamente, como si quisiese sacar brillo a las palmas de sus manos.
Y de repente te sentiste en medio del ojo del huracán; entre un nervioso Jungkook y una avergonzada Heejin.
—Bueno, el crío ha acabado con casi todas las tortitas, pero he cogido algo de fruta y también hay arroz y una sopa rara si prefieres, yo ni la he tocado... —ofreciste aceleradamente para cortar la tensión del ambiente.
—La fruta está bien —contestó la chica escuetamente al tiempo que cogía un plátano, mirando de reojo a Jungkook, que parecía haberse prometido a sí mismo no volver a levantar la vista del suelo nunca más en lo que le quedase de vida—. ¿Qué hicisteis vosotros dos ayer?
Tus ojos chocaron rápidamente con los del chico, que por lo visto ya había abandonado su penitencia de mirar al suelo y te observaba con los párpados muy abiertos.
—Fuimos a comer a un antro y después hicimos un poco el tonto en unos recreativos...
Esa era la verdad, y no habíais hecho más que eso (exceptuando unos besitos tontos que tampoco ibas a confesar porque sí), pero la expresión de Heejin se tornó extraña y no supiste descifrar que habíais dicho para que tu amiga frunciese el ceño de esa manera.
—Noona, ¿te apetece ir a dar una vuelta? —preguntó Jungkook, levantándose de la silla sin dejar el ritual de pasarle las manos por los pantalones.
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Crybaby
FanfictionHace unos cinco años te lo hubieras creído: esa gilipollez de las campanas sonando en tu mente al mirar al amor de tu vida, las mariposas en el estómago, la certeza de que habías encontrado el otro extremo del hilo rojo que rodeaba tu dedo meñique...