<VEINTITRÉS>

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—No me puedes obligar... —gruñiste.

—Puedo y lo haré.

—¿Ah, sí? ¿Cómo, chulito?

—Te voy a arrastrar escaleras abajo si hace falta —amenazó Jimin, más serio de lo que jamás lo hubieses visto.

—No tienes huevos.

—¿Qué no?

El pelirrojo dio un paso hacia ti y la determinación de su mirada te asustó un poco, dejándote ver que su amenaza iba completamente en serio.

—Vale, vale. Vamos a calmarnos un poquito —dijiste con cautela, subiéndote a la cama para alejarte de Jimin.

—Ya es tarde para eso. Ayer te pasaste todo el día escondida aquí, así que vas a salir y vas a ir a hablar con Jungkook.

—Ni de coña... —murmuraste.

Jimin se subió a la cama de un salto (cosa que no te esperabas en absoluto) y se acercó a ti en menos de un segundo. Te escabulliste del agarre que dirigía hacia ti con rapidez, y te bajaste de la cama para ir directa a la puerta. El pelirrojo te atajó rápidamente y te apartó de la puerta, aprisionándote contra la pared mientras respiraba agitado por la carrerita.

—Hana, si quieres corretear me parece bien, pero yo voy a tener más aguante que tú; ya lo sabes...

—Jimin, me estás poniendo a cien teniéndome aquí contra la pared, así que si lo que quieres es follarme, adelante.

—Déjate de juegos de una vez.

—Déjate tú de darme órdenes.

Jimin frunció el ceño intentando parecer intimidante, cosa que no consiguió al dejar escapar una pequeña sonrisa que intentó ocultar al momento.

—Después de lo que hablamos creía que ibas a ser un poco más valiente. Que ibas a hablar con Jungkook de lo que te pasa...

—Y supones que, mágicamente, Jungkook va a dejar de estar enamorado de tu hermana porque yo le diga algo, ¿no?

—Puedes intentarlo... —Dejaste escapar una risotada sarcástica que hizo que Jimin apretase los labios, de seguro frustrado por tu actitud.

La culpa de que te hubieses pasado el día anterior encerrada en tu habitación no era de Jungkook, pero claro, eso Jimin no lo sabía. La culpa era de ese hermano mayor que había decidido aparecer de repente para hacerte recordar los peores momentos de tu vida.

Jaewon era una mancha negra de tu pasado, y no pensabas pasar un minuto a su lado para hacerte rememorar todo el dolor que habías sufrido por su culpa. No querías bajar y enfrentarte a él. Por mucho tiempo que hubiese pasado, seguía doliendo como aquel día en que desapareció sin dar explicación alguna.

Tu cabeza estaba embotada por culpa de la marea incesante de pensamientos que te había estado ahogando desde el día anterior, y la única manera que tenías de borrar todo, aunque fuese por unos instantes, era pegando tu boca a la de Jimin.

Besaste al pelirrojo con ansia, agarrando su mandíbula con demasiada fuerza, y ahondando en su boca con amargura. Jimin se quedó completamente quieto mientras lo hacías, mientras tus manos comenzaban a bajar por su pecho, por su estómago, hasta llegar a sus pantalones.

Palpaste por encima de la tela aterciopelada de su pijama y tocaste su miembro, que comenzó a crecer al momento de sentir tu mano sobando en ese punto tan sensible.

Jimin se separó levemente de tu boca, pero volviste a pegarte contra ella, recibiendo el débil estímulo de sus labios, que iban abandonando poco a poco su postura de no devolverte el beso, moviéndose lentamente contra ti.

CrybabyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora