<CINCUENTA>

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Duele, duele, duele...

El blanco de las sábanas no está, ¿por qué no está?

Ahora todo es rojo, solo rojo; uno que duele, uno que hunde.

Te llevaste las manos a la tripa, pero no había bulto alguno, no estaba. Tu bebé no estaba ahí.

Solo tela bajo tus piernas y rojo, el rojo de la sangre, el rojo de...


—¡AH, NO! —exclamaste cogiendo aire y llevándote las manos al pecho.

Lo primero que hiciste fue tantear la mesita de noche para dar con tu lámpara porque no querías pensar siquiera en llevarte las manos a la tripa y comprobar que esa enorme curva había desaparecido. Pero, una vez la luz se encendió y retiraste la manta completamente de encima, todo estaba bien; las sábanas seguían siendo blancas, tu tripa seguía igual de enorme y no había rastro de rojo sobre tu camisón blanco.

Suspiraste aliviada, pero sin conseguir volver a respirar con normalidad, y justo en ese momento, sentiste las manos de Jungkook rodeando tu espalda y tu tripa.

—¿Otra pesadilla, noona? —preguntó el chico, alarmado y con una voz ronca que te dio lástima.

No era la primera vez en el transcurso de esos nueve meses en los que te despertabas a gritos en mitad de la noche, y tampoco era la primera vez que el chico se despertaba a causa de estos y se quedaba despierto hasta que pudieses calmarte, acariciándote la barriga y asegurándote que todo estaba bien.

—S-sí, lo siento...

—No lo sientas, está bien, ¿vale? Todo está bien.

Asentiste, todavía agitada, y seguiste el camino que guiaba el chico hasta estar apoyada con la cabeza sobre su pecho, mientras sus manos acariciaban tu barriga en el vaivén de siempre.

A pesar de que Jungkook te tranquilizaba cada día y te hablaba con una voz melosa y sosegada, cuando apoyabas la cabeza en su pecho, este siempre te decía la verdad; su corazón siempre latía a toda velocidad y te dejaba saber que a él le asustaba tanto como a ti que algo saliese mal.

Noona —te llamó suavemente—. ¿Me dejas verla?

Diste una exhalación nasal, divertida por su pregunta de siempre, y alzaste las caderas para levantar el camisón hasta dejarlo alzado por debajo de tus pechos, dando así una vista clara de la curva hinchada en que se había convertido tu tripa.

El chico no tardó más de un segundo en aprovechar la oportunidad e inclinarse para pegar su cabeza a tu barriga, mientras la acariciaba sin descanso.

Mmmm... Él me dice que todo está bien por ahí dentro —susurró.

—¿Sí? ¿Te dice también cuándo piensa salir? Porque lleva una semana y media de retraso y voy a estallar a este paso.

—Seguro que es porque está cómodo, dale el tiempo que necesite; a lo mejor es tímido...

—Me encantan las trolas que te inventas para animarme, cachorro —murmuraste, acariciando sus mechones negros, que caían sin orden sobre tu piel desnuda.

—Puede ser verdad, todavía no le conocemos —aseguró antes de dar un suave beso sobre la piel de tu estómago—. Además, me encanta tu tripa, noona, me da pena pensar que dentro de poco no la vas a tener. Es enorme y suave...

—¿Enorme? —repetiste interrogante. Jungkook se separó de inmediato de tu barriga, mirándote aterrado.

—No te eches a llorar otra vez, por favor; no te estoy diciendo que estés gorda ni nada de eso, t-te lo juro —explicó seriamente.

CrybabyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora