<DIECINUEVE>

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Esa noche estabas nerviosa, andabas de un lado a otro del cuarto que compartías con tu prima pequeña y no parabas de morderte las uñas.

Aquello que temías desde hacía cosa de un mes parecía confirmarse a cada día que pasaba, y no veías la hora de que tus tíos se fuesen a la cama para ir a buscar a Jaewon.

En menos de una semana tendrías que volver a tu país y dada la situación en la que te encontrabas en esos momentos, la idea te aterraba y hacía que las ganas de llorar se agolpasen en tu garganta, formando una bola tan grande en tu tráquea que te daba miedo atragantarte si finalmente te desahogabas.

—Hana, cariño ¿No te vas a dormir todavía? —te preguntó tu tía desde el marco de la puerta, al tiempo que tu prima pequeña entraba correteando al cuarto.

—S-sí, ahora mismo me acuesto.

—Está bien, que descanseis chicas —concluyó lanzando un beso para cada una antes de cerrar la puerta.

Te tumbaste sobre la superficie del colchón, contestando torpemente a las preguntas que te hacía tu prima y a su demanda de contarle un cuento.

Parecía una broma pesada que con todas las preocupaciones que tenías en mente tuvieses que recitar los tres cerditos por decimosexta vez desde que habías llegado, pero ayudaba a tu prima a dormir, y cualquier cosa que te permitiese salir antes de ahí era bienvenida.

Una vez terminaste y viste como la pequeña reposaba con los ojos cerrados sobre su propia cama, te levantaste sin hacer ruido y te fuiste a hurtadillas de la casa.

Caminaste al cobijo de la noche, escondiéndote lo más que podías para que ningún vecino cotilla te viese y le contase a tus tíos tus aventuritas nocturnas, y una vez dejaste el vecindario atrás, corriste a toda velocidad a la playa.

Cerca de la cafetería en que Jaewon trabajaba, estaba el apartamento en que se quedaba ese verano, y cuando llegaste a este; sin aliento, sudorosa y agarrándote la tripa por las fuertes punzadas que te daban, llamaste al timbre deseando que contestase lo antes posible. Sin embargo, los segundos pasaron, dando paso a los minutos y éstos a las horas, sin que nadie contestase al otro lado.

Jaewon estará dormido. Tiene el sueño muy profundo, seguro que no se enterará aunque grite.—pensaste durante las numerosas horas que pasaste sentada frente a la puerta.

Cuando la mañana llegó y tus llamadas seguían sin ser atendidas, te fuiste a la cafetería.

Al no ser capaz de verlo tras la barra, te acercaste lentamente hacía el chico rubio que habías visto alguna vez trabajando junto a él. El muchacho te miró al instante y sonrió con tensión, cosa que no hizo que tus nervios se relajasen lo más mínimo.

—Hey, ¿vienes buscando a Jae, no? —preguntó, rascándose la nuca. Asentiste lentamente—. Jae se fue. Ayer por la noche salió a toda prisa de aquí y cuando fui a verle a su apartamento, su casera me dijo que se había largado...

—¿Q-qué? —preguntaste con risa nerviosa—. T-tienes que estar equivocado... J-jaewon no se iría así cómo así sin decirme nada.

—Oye, chica. Lo siento mucho, ¿vale? No creía que Jae fuera de ese tipo de tíos, pero... Bueno, tu eres una chica joven y bastante guapa, supongo que Jae querría divertirse un poco contigo —dijo el muchacho, sin la delicadeza que hubieses necesitado en ese momento—. Venga, no pongas esa cara, tampoco puede ser la primera vez que te pasa algo así...

—J-jaewon ha sido e-el primero... en todo —musitaste, agachando la vista sin tener fuerzas de repente.

—Joder... ¿Pero cuántos años tienes?

CrybabyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora