<TREINTA Y CUATRO>

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Es gracioso como cuando intentas que nada cambie todo lo hace; y sin embargo, cuando quieres que todo a tu alrededor sea distinto, el destino te atrapa impidiéndote avanzar.

Bueno, quizás un poco sí que había cambiado todo... Ahora preparabas café igual que siempre, pero en la pequeña cafetera junto al mostrador de recepción en vez de en una máquina carísima en la cafetería junto a tus amigos. Ahora tus clientes eran, en su gran mayoría, chicos jóvenes con vestimentas extrañas que te preguntaban todo el rato si podían ver a un tal señor Min. Al menos ya no te reías cuando ibas a buscar al señor Min y te lo encontrabas medio muerto frente a la pantalla del ordenador de su estudio o dormido encima de la mesa de mezclas.

Ahora no pasabas las clases en medio de Tae y Heejin, ahora te ponías en la primera fila: sola, tomando apuntes sin prestar atención a nada más. Ahora te acostabas temprano y te levantabas cuando todavía no había amanecido para ir a trabajar.

Ahora todo estaba bien.

Solo habían pasado unos días desde que Jaewon te "rescató" en esa discoteca perdida de la mano de dios, unos días desde que Jungkook apareció en ese piso y te vio. Y ya no te dolía acordarte de la manera en que su mirada se apagó al verte allí: envuelta torpemente en la sábana de la cama.

No sabías nada de los hermanos Jeon y eso era lo mejor. Ahora toda tu vida giraba en torno a un tal señor Min; porque, aunque también trabajabas con Namjoon, lo evitabas a toda costa. Yoongi se encargaba de tratar con él en tu lugar, y vuestra relación se resumía en el escueto saludo de las mañanas y la despedida del mediodía.

Hacía rato que el señor Min te había llamado para que fueses a su despacho, y cuando por fin tuviste el café con hielo hecho fuiste a su puerta, teniendo la consideración de llamar antes de entrar. Un gruñido fue el encargado de hacerte saber que podías pasar, y tras dejarle el café junto al teclado del ordenador te diste la vuelta inmediatamente.

—Un momentito —murmuró el chico—. ¿Hoy qué?

—¿Hoy?... En realidad no hay muchas novedades. El productor con el que quieres colaborar ha adelantado la cita del martes al lunes. Uno de los raperos esos con pintas de presidiario se ha pasado para darme su tarjeta y he ido a comprar filtros para la cafetera porque...

—Hoy por la noche, Hana... ¿Qué piensas hacer? —preguntó, tanteando con la mano para alcanzar el café.

—Hablar de mi vida privada no entra en mis funciones, señor Min.

—Joder con lo de señor Min... Me toca las narices que me llames así y lo sabes.

—A mí me toca las narices que quiera meterse en lo que hago en mi tiempo libre, señor Min.

—¿Si te acompaño a la mierda esa de la galería, irías?

—¿Por qué ibas a querer acompañarme? —cuestionaste frunciendo el ceño.

—No es que quiera, pero va a ir un montón de gente con pasta. A lo mejor puedo aprovechar para hacer un poco de promoción de la productora...

—¿Tú haciendo promoción? Claro, con lo lleno de vida y de ilusión que estás seguro que convences a mucha gente...

—Si esto va de ser borde, sabes que te gano, Hana... —masculló antes de dar el primer sorbo al café.

—Está bien —suspiraste—. Sé que tengo que ir, son mis putos cuadros al fin y al cabo, pero... Me da un poco de... Bueno, que él esté allí.

—¿Cuál de los dos? ¿El capullo mayor o el menor?

—Cualquiera de los dos —te sinceraste con pesadez.

CrybabyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora