<VEINTICINCO>

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"¿Algodón? ¿Vainilla? Algo dulce, eso seguro... algo como... ¿Algodón de azúcar?".

—Deja ya de esnifarme, Hana. Te vas a llevar todo el perfume que tengo.

—Hueles a chuches... —susurraste con la voz tomada por la llorera, que se había cortado hacía escasos minutos.

Jimin sonrió al escucharte y continuó acariciando tu pelo con sumo cuidado, temiendo que te echases a llorar de nuevo en cualquier momento.

—La gente nos mira, seguro que se creen que nos estamos despidiendo o algo. Una de esas despedidas en las estaciones de las pelis, todo dramático y romántico... —comentó Jimin mirando a su alrededor.

—Dramático, sí, de pelotas ¿Romántico?... perdona que te diga que no.

—¿No puede ser romántico? Deja que te coma los morros, verás cómo lo ves diferente.

Jimin hizo el amago de besarte, y te quedaste quieta, aún con la cabeza apoyada sobre su hombro, sabiendo que el idiota de tu amigo intentaba animarte con sus bromitas. Sonreíste débilmente al ver que su cara se había quedado parada a centímetros de la tuya, con una mueca rara más propia de Tae que de él.

—Para ya, idiota —susurraste.

—¿Entonces no te como los morros? —preguntó, haciendo ver que estaba decepcionadísimo.

—No, estoy bien sin morreos, gracias.

Jimin sonrió y te dio un pequeño beso en la punta de la nariz antes de seguir con su ritual de acariciar tu pelo, como llevaba haciendo en bucle los últimos veinte minutos.

Habías acabado en la estación de trenes a la que habías llegado hace unos días a Busan, con la clara intención de volver a Seúl de inmediato para escapar de la cagada que habías cometido con Jungkook. Y por mucho que habías peleado con Jimin (hasta el punto que un trabajador de seguridad se había acercado a preguntar) el chico no te había dejado irte. Bueno, también te había parado un poco el hecho de no tener tu equipaje, dinero ni tarjetas encima, y estar sin zapatos...

Reprimir todo hasta que estallases y cometieras una locura parecía haberse convertido en una costumbre para ti... Después de tantos años, cometías los mismos errores una y otra vez.

Agarraste tu tripa inconscientemente con ambas manos, acunándote a ti misma mientras aquellos recuerdos volvían a ti, atormentándote.

—Hoseok y Jin vienen de camino —informó Jimin, que había mirado su móvil sin que te dieses cuenta.

—¿Por qué vienen?

—Alguien tiene que llevarnos otra vez a mi casa; perdona que te diga pero no pienso volver a andar hasta la otra punta de la ciudad.

—Está bien —concediste con un hilo de voz—. Pero recojo mi mochila y me voy. No me pienso quedar ni un día más ahí...

—Hana, eres muy muy pesada —resopló el chico, molesto. Arrugaste los labios y te apartaste de su hombro para mirarle resentida—. A ver, que lo que le has dicho a Jungkookie es una cagada, sí, lo reconozco, hasta un ciego lo vería...

—Espero que todo lo que estás diciendo acabe bien... —mascullaste.

—Pero no puedes escapar de esto. ¿Qué vas a hacer cuando volvamos a Seúl? ¿Vas a dejar de trabajar en la cafetería para no verle? ¿Vas a dejar de ir a clase?

—Sí.

Tu rápida contestación hizo reír a tu amigo, que pasó las manos por su cara en un gesto claro de frustración.

CrybabyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora