<TREINTA Y CINCO>

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SEGUNDA TEMPORADA

Intentabas recordar lo que Bi te había dicho antes de salir esa mañana de casa. Algo sobre que tenías que hacer la colada, algo sobre que tenías que comprar no sé qué suavizante para la ropa...

"Joder".

Sacaste el móvil para preguntarle por lo que te había pedido y, mientras tecleablas (enfadada contigo misma por tener esa memoria de mierda), Yoongi empezó a bombardearte con mensajes para recordarte que llamases al técnico del aire acondicionado. Te diste un golpe en la frente al recordarlo. Porque a pesar de que estabais en junio, el calor comenzaba a ser asfixiante dentro de la pequeña oficina, y si tenías que pasar otra semana más allí encerrada con el pequeño ventilador portátil pegado a la cara, ibas a renunciar.

Toda la frustración, el agobio y las ganas de tirarte por la ventana más cercana que sentías, se apagaron de repente al escuchar ese nombre.

—¿Jungkook?

—Sí... Tú le conoces. El de la clase de contemporáneo... El moreno, alto, fuerte, con tatuajes en un brazo...

—¡¿Ese?!

Giraste la cabeza en dirección a las voces. Dos chicas que te sonaban del departamento de danza eran las encargadas de estar cuchicheando en la mesa contigua a la tuya, y mientras buscabas el número de algún técnico de aire acondicionado que fuese lo suficientemente barato como para que Yoongi no echase el grito al cielo, continuaron hablando.

—No sabes cómo es... Creo que estoy enamorada, en serio.

—¿Enamorada? Pero si se ha tirado a media clase, bueno, y ya puestos, a media universidad...

—¿Tú crees?

—Ya sabes que sí, ese tío es un peligro. No te culpo; está buenísimo, pero es un jugador, Annie...

—Lo sé... Pero también es una bestia. En mi vida me habían echado semejante polvo...

—¿En serio? ¿Cómo fue?

"Vale, suficiente".

Te levantaste de la mesa con el móvil en una mano y la bandeja de tu comida en otra, y cuando la posaste sobre la superficie metálica en la que descansaban las demás, un rostro aniñado y sonriente apareció frente tus ojos.

—¿Has hecho el trabajo de arte procesual? —preguntó Taehyung con una expresión de satisfacción que te hacía saber que iba a bordarlo.

—Sí... más o menos.

El castaño comenzó a hablarte sobre lo que había hecho, sobre que llevaba dos semanas enteras trabajando en eso mientras intentabas apuntarte en la mano todo lo que Bi te había mandado comprar para el piso.

Si pensabas que vivir con Jin era insufrible, por el simple hecho de que parecía que seguías viviendo con tu madre en vez de con un amigo, es que todavía no tenías ni idea de lo que era tener a Hoseok también con vosotros.

Dos semanas después de tu exposición en la galería, Hoseok se mudó a vuestro piso; según él, porque el alquiler era mucho más asequible, porque le pillaba más cerca de la academia en la que había empezado a trabajar y porque con vosotros iba a estar más tranquilo que en la locura de piso de Jimin. Sabías que esas razones habían tomado parte en su decisión, pero también sabías que Hoseok se había mudado para ayudarte a salir del pozo en el que te encontrabas metida. Porque esa noche, después de que tus amigos se llevasen a Jungkook de tu lado, aparecieron en el despacho de Jaewon para encontrarte hecha pedazos.

Al final, cuando las semanas pasaron y poco a poco abandonabas tu estado catatónico, les contaste toda la verdad sobre tu pasado e inevitablemente, sobre Jaewon.

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