Miraste la mano de Jungkook, que seguía agarrando la tuya, y formaste un mohín con los labios haciéndole reír.
—Venga, noona. Yo tampoco quiero irme...
—Pues no se nota —repusiste.
—Eres tú la que tiene que ir a trabajar, noona.
—Y tú con la tía esa de tu clase...
—Ya lo hablamos ayer, ¿no?
—No —gruñiste, separándote de su mano y cruzándote de brazos.
Jungkook entendió al momento tus intenciones y, sin parar de reír, te abrazó agarrando tu cintura.
—Coreografía y nada más que coreografía —dijo suavemente.
—¿Intención?
—Ninguna. Lo juro. No con ella...
—Está bien, lo permito —concediste, con gesto y tono dramáticos, alzando la mano para dedicarle un gesto solemne.
—Muchísimas gracias —contestó con sarcasmo, acercándose inmediatamente a tu boca para depositar un pequeño beso sobre tus labios—. ¿De verdad que no quieres que te acompañe al trabajo?
—De verdad de la buena, lo juro por el único rey verdadero de esparta: el gran Leónidas...
—Qué rara eres, noona —comentó sonriente, pegando su frente a la tuya—. Me encanta.
—Cachorro, si sigues abrazándome y halagándome no voy a ir a trabajar y Jimin me va a matar. Que mi muerte caiga sobre tu conciencia...
—Lo siento, vale. Tienes razón —murmuró, apartándose de ti lentamente.
Cuando finalmente te pusiste en camino, sentiste el impulso girar la cabeza y, por supuesto, ahí estaba Jungkook, mirando como te ibas y sonriendo de esa forma tan adorable que solo él tenía.
Le dedicaste un gesto para que se fuera y el chico te dio la espalda finalmente, poniéndose en camino.
Ese momento era lo más cerca que habías estado jamás de encontrarte en medio de una comedia romántica, y sonreías como una idiota al tiempo que caminabas hacia la parada del autobús, sin que te importase una mierda el día deprimente que hacía. El cielo podía estar nublado, hacer un frío del demonio, pero la sonrisa de Jungkook (que seguía grabada en tu mente) impedía que tu humor se viniese abajo lo más mínimo.
El camino (de más de cuarenta minutos) pasó en un abrir y cerrar de ojos. Y cuando llegaste a la cafetería y abriste la puerta de par en par, sonriendo más que en toda tu vida, una compañera de recepción, Jin y Jimin, te miraron como si hubiera entrado un psicópata armado en tu lugar.
—Hola, ¿qué tal? —dijiste caminando hacia el vestuario.
—Madre mía... —murmuro Jin, observándote.
Te metiste en el vestuario ignorando las miradas perplejas de tus amigos y comenzaste a desvestirte. Cuando te quitaste la camiseta, la leve brisa que levantó te hizo notar un olor especial. Pegaste la nariz a la tela, apreciando el perfume de Jungkook pegado a ella, y cuando la puerta del vestuario se abrió y Jimin te vió en esa pose tan extraña, la guardaste en la taquilla inmediatamente, roja de pies a cabeza.
—Hana... No esnifes camisetas en tu lugar de trabajo, por favor...
—Eres una zanahoria muy mezquina —murmuraste, sin poder mirarle.
—¿Qué tal estás? Pareces muy contenta...
—Estoy bien, sí. Genial, supongo.
—¿Todo bien con Jungkookie?
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Crybaby
FanfictionHace unos cinco años te lo hubieras creído: esa gilipollez de las campanas sonando en tu mente al mirar al amor de tu vida, las mariposas en el estómago, la certeza de que habías encontrado el otro extremo del hilo rojo que rodeaba tu dedo meñique...