<TREINTA Y SIETE>

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—Yoongi, estoy hasta el mismísimo co...

—¿Pero lo has llamado o no?

—¡Claro que lo he llamado! —exclamaste, notando las miradas de los estudiantes clavándose en ti a medida que avanzabas por el pasillo—. El puto técnico dice que está muy liado, ¿qué coño quieres que haga?

—¿Que llames a otro?

—¡¿A ver quién es el tacaño que no quiere gastarse más de cien mil wons en arreglar el puto aire acondicionado?!

—Eh, de tacaño nada. Con cien mil wons vivo un mes entero.

—Sí, comiendo ramen y bebiendo tu propio pis.

—Llama a otro puto técnico.

—¿Aunque cueste más? —preguntaste.

Casi podías escuchar como Yoongi se debatía entre morir de calor o gastar más dinero del que quería.

—Ciento cincuenta mil como máximo...

—Son cincuenta mil wons de mierda más, Yoongi. ¿Qué coño quieres que haga con eso?

—¡Joder tanto no puede costar arreglar esa mierda!

Te mordiste la lengua, porque si empezabas a contarle todas las veces que los técnicos se habían reído de ti al decir el presupuesto que tenías, seguramente acabarías por salir ardiendo de repente dominada por la furia.

Para mejorar un poco las cosas, Yoongi seguía diciendo que no iba a pagar un won más de lo que te había dicho. El cuello te dolía por mantener la cabeza pegada al hombro sujetando el teléfono, el café ardía y la mano que lo sujetaba te empezaba a doler también, y la numerosa cantidad de papeles que llevabas debajo del otro brazo acabaría por hacer que tu hombro se dislocase.

De un momento a otro, sujetar el café, tus bocetos, el móvil y los blocs de dibujo, dejó de ser un problema, porque alguien chocó contigo haciendo que la mezcla de cosas que llevabas se cayese al suelo frente a ti, convirtiendo tus pertenencias en un bonito collage marrón.

—¡Lo siento! —gritó una chica que corría por los pasillos.

—Qué lo siente... dice que lo siente... —musitaste viendo el desastre—. ¡Mira la que has liado, idiota inconsciente!

—¡Perdona, de verdad, tengo mucha prisa! —exclamó mirándote fugazmente. Te fijaste en que la criatura demoníaca encargada de arruinar tus dibujos era la misma que viste el día anterior comentando con su amiga como se había tirado a Jungkook, y tu enfado creció sin posibilidad de enmienda.

—¡El colmo! Esto es el puto colmo ¡Siempre tienen que ser los del puto departamento de danza, siempre! —gritaste, agachándote para recoger tus papeles empapados en café—. ¡Universidades separadas, es lo único que pido! ¡Lo único! ¿Vosotros qué coño miráis? —cuestionaste amenazante a dos chicos que se habían quedado observándote y que apretaron el paso al escucharte—. ¡Eso, no ayudeis! ¡Seguro que también sois del puto departamento de danza!

—¿Puedes parar de gritar? Se te escucha desde la cafetería.

Una figura se había arrodillado a tu lado sin que te dieses cuenta, y te pasó tu móvil antes de ponerse a recoger los blocs de dibujo mojados del suelo.

—No necesito ayuda de nadie del departamento de danza, gracias —escupiste retirando la mirada del rostro de Jungkook y arrebatándole los cuadernos con demasiada fuerza—. Y sobre todo, sobre todo, de quien menos necesito ayuda es precisamente de ti.

—Estás enfadada por lo que te dije ayer, ¿no? —preguntó el chico, sin parecer preocupado ni por asomo por lo que acababa de decirte.

—¿Enfadada? ¿Quién coño te crees que eres para que yo me enfade por nada que me digas?

CrybabyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora