<VEINTISÉIS>

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Una vez terminaste de cantar (alzando la copa todo lo que te permitia el brazo) te encontraste con las diferentes reacciones que había causado aquella actuación entre tus amigos. Jimin se mordía los labios para no romper a reír, Jin te animaba dando palmas, Hoseok tironeaba de tu brazo con una sonrisa forzada, Heejin te observaba con los ojos como platos y Namjoon seguía en shock, con una pequeña sonrisa.

Obviamente las otras dos personas que estaban en el grupo no te importaban lo más mínimo, así que ni te molestaste en mirarles.

Antes de rendirte y seguir a Hoseok (que prácticamente te lo suplicaba desde hacía rato) te terminaste la copa, relamiéndote los labios para no dejar escapar ni una gota del alcohol que tan desesperadamente necesitabas y, tras dedicar una reverencia a todos los presentes, te dejaste arrastrar por tu amigo.

—Enseguida vuelvo —anunciaste, arrastrando las sílabas—. Me largo a fumar, mis queridos beatos.

—¿Donde crees que vas tú sola? —preguntó Hoseok, pegado a ti.

—A fumar, ¿no me has escuchado?

—N-na... —susurró Heejin, poniéndose junto a ti en el lado que Hoseok no ocupaba—. Has bebido mucho, es mejor que te quedes aquí. O-o te acompañamos, pero tú sola...

—Yo sola me las apaño de maravilla, ¿no lo ves? —cuestionaste separándote de ellos y tropezando al momento con un señor mayor con el que te disculpaste sonriente.

—Me encanta cuando está borracha... —comentó Jin con una sonrisilla.

—¡Tú no la animes! —le reprochó Hoseok al ver como le guiñabas el ojo al mayor del grupo.

—¿Por qué os ponéis así? —cuestionó Taehyung—. Pareces su padre, hyung... Hana ya es mayorcita para saber lo que hace.

—Yo estoy con Tae —secundó Jimin al momento—. Pero se ha pasado bebiendo, y tú, hyung la has ayudado —señaló Jimin, apuntando con la mano que sujetaba su copa a Hoseok.

—Lo sé, lo sé...

La discusión de tus amigos te recordó por un momento a la pelea que tus padres tuvieron por tu custodia, y a pesar de que ese recuerdo solía darte dolor de cabeza, estabas tan intoxicada que te echaste a reír, alejándote de ellos para salir a fumar tal y como habías dicho.

En cuanto saliste al jardín y buscaste por la mesa de piedra el tabaco que habías abandonado estratégicamente para fumar en cuanto salieses, tus dientes comenzaron a chocar entre sí por la tiritera que te había dado al estar con ese vestido —precioso, pero nada calentito— al frío de la noche invernal de Busan.

Encendiste el cigarro con más dificultad de la habitual dado el temblor que sufría todo tu cuerpo y soltaste el humo de a poco, entretenida en ver el intenso rojo del tabaco quemándose en la punta del cigarro.

—Te vendría bien esto, ¿no crees?

Sentiste la calidez de una prenda cubriendo tus hombros y te giraste. Los zapatos de tacón te traicionaron y tu tobillo se dobló de la manera más dolorosa que habías experimentado jamás. Soltaste un chillido lastimero, agachándote sobre ti misma, y la figura que te había hablado hacía escasos segundos se arrodilló junto a ti, ayudándote a sentarte sobre las frías baldosas de piedra y retirando tus zapatos para examinar tu tobillo.

—Dueledueledueleduele... Duele que te cagas —gimoteaste en bucle.

—No parece que esté roto, tranquila...

—¿Eres médico ahora? —preguntaste enfadada—. Además de ser dueño de una galería y gilipollas, eres doctor ¡La hostia, lo tienes todo! —exclamaste con sarcasmo, acariciando tu tobillo dolorido.

CrybabyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora