<TREINTA>

14.8K 714 1.1K
                                    

—Últimamente estás muy ñoña... ¿Sabes lo que es ñoña?

—Pues claro que lo sé, capullo —aseguraste, roja como un tomate.

—¿Y qué tienes que decir en tu defensa?

—Pues mira, puedo empezar con mi argumentación por el punto uno, que es un qué te den muy rotundo. El segundo punto iría de cómo no deberías meterte en cosas que no te importan; y quiero acabar con una maravillosa presentación en powerpoint de los sitios en los que pienso darte patadas por sacar el tema.

Jimin rompió a reír cerrando los ojos y encorvandose sobre sí mismo. Acompañaste un poco su risa teniendo cuidado de redigirirle al tiempo que andabais para que no chocase con la gente que caminaba a vuestro alrededor, ya que siempre que se reía, sus párpados se cerraban y sus ojos se convertian en dos pequeñas ranuras con forma de media luna. Por muy gracioso que te pareciese ese gesto, no era lo ideal que arrollase con los extraños con los que os cruzabais, así que seguiste agarrando su chaqueta negra de cuero para conducir su caminar, al menos hasta que su risa se fue apagando poco a poco.

—Eres la tía más idiota con la que me he cruzado jamás, ¿te lo he dicho alguna vez? —cuestionó sonriente, con las pequeñas lágrimas de su risa resbalando por sus mejillas. Te encogiste de hombros, sacando el paquete de tabaco del bolso, colocaste el filtro entre tus labios y cuando te disponías a encenderlo, Jimin te lo arrebató—. No fumes, es malo.

—No me jodas tú también con eso —mascullaste frunciendo el ceño.

—Con Jungkookie no fumas, así que conmigo tampoco.

—Jungkookie me da otras cosas con las que entretenerme para no tener que fumar —murmuraste, alzando las cejas para que se entendiese bien el sentido de tu frase.

—Qué asco —repuso tu amigo—. Aunque yo también lo haría si pudiera. Ya sabes: entretenerte... —dejó caer, sonriendo ladinamente.

Bufaste ante su mueca de seductor profesional y volviste a coger el cigarro para encenderlo. Jimin entendió que no había nada que hacer, y siguió caminando a tu lado sin volver a soltar palabra por tu insana adicción.

Pasado un rato, y notablemente más cerca de la galería de arte a la que os dirigíais, Jimin empezó a trastear con su móvil, y a ti (que se te había acabado el cigarro hacía unos minutos) te entraron ganas de mordisquearte las uñas de repente.

—Hana, las manitas en la boca no —reprochó el chico, propinando un suave manotazo sobre la mano que llevabas a tus labios.

—Joder, Jimin. Deja de tocarme las pelotas.

—¿Por qué coño estás tan nerviosa? La verdad, no imaginaba que te diese tanto pánico presentar tus cuadros.

—Pues ya ves, la vida te da sorpresas —gruñiste.

—Y tanto... ¿Quién se iba a imaginar que Hana, la que iba a ritmo de tío cada fin de semana, iba a acabar prendada de un chico que no supo atarse los cordones hasta los diez años?

—¿A qué viene eso capullo? —cuestionaste, molesta—. Cada uno aprende a su ritmo.

Jimin comenzó a reír de nuevo, pero esta vez no te molestaste moverle; se merecía chocar con la gente, aunque para tu desgracia parecía manejarse bastante bien sin tu ayuda.

—D-defiendes hasta eso, joder. Sí que te ha dado fuerte.

—¿Por qué das tanto por culo con ese tema, Jimin?

—No sé... —soltó en voz baja, mirando la manera en que sus botas se movían sobre la acera—. La verdad, creía que cuando dejases de ser un caracol y te empezase a gustar alguien de verdad, sería alguien distinto a Jungkook.

CrybabyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora