<VEINTE>

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Esa tarde la cafetería estaba extrañamente tranquila teniendo en cuenta que estabais cerca esas horribles fechas que eran las Navidades para la hostelería. Tan solo tres mesas del local estaban ocupadas, y una de ellas por tu amiga, que al ser hija de los dueños de la cadena, obviamente no iba a pagar, lo que no era de las mejores noticias para la pobre caja registradora.

Habías limpiado la cafetera unas tres veces en el transcurso del turno, con el único propósito de darle un enfoque positivo a la ansiedad que llevabas arrastrando desde el día que te presentaste en la galería. Sitio que, por cierto, no habías vuelto a pisar.

Las ganas de dar tu nombre a conocer entre los compradores de arte más pudientes de Corea se habían ido al traste gracias al repentino conocimiento de la identidad del dueño de la galería.

Todavía no tenías idea de cómo te sentías al respecto o de qué debías hacer. Y dado a que ninguno de tus amigos tenía la más mínima idea de que habías tenido algo con el hermano mayor de Jungkook, no podías contar con su ayuda para que te aconsejasen o te guiasen por el pantanal que eran tus pensamientos.

En ese momento, lo único que te apetecía era escapar. Salir corriendo y no volver a mirar atrás jamás, pero desgraciadamente habían cosas que te ataban a ese país: tu carrera, tus amigos...

—Na, ¿podemos hablar un momento? —preguntó Heejin, que se había acercado silenciosamente a tu posición. Te encogiste de hombros y la seguiste pesadamente hacia la mesa que ocupaba—. Te quiero preguntar algo...

—A-algo, ¿algo cómo qué? —tartamudeaste intentando apartar la imagen de Jungkook en completa desnudez que había aparecido en tu mente de repente.

—Mis padres van a hacer una fiesta por navidad, ¿te gustaría venir? —ofreció sonriendo con inocencia.

—¿Qué pinto yo ahí?

—Pues va a ser una fiesta gigantesca, así que Jimin y yo pensábamos invitaros a todos para que os quedaseis en casa de nuestros padres unos días, así lo celebramos todos juntos. ¿Qué me dices?

—No sé...

—Venga, hazlo por mí —pidió, arrugando los labios para poner una mueca de lo más adorable. Mueca que su hermano también hacía de vez en cuando y que funcionaba a las mil maravillas contigo—. Te necesito allí conmigo, Na. Después de todo lo que ha pasado estos últimos meses me apetece pasar las vacaciones con mi mejor amiga.

—Pues valiente mejor amiga te has ido a buscar tú... —murmuraste con amargura.

—No seas tonta; eres una amiga genial —susurró la rubia, acariciando tu mano sobre la mesa.

Si hacía falta algo más para sentirte como una auténtica mierda, era justamente que tu amiga (esa que no tenía ni idea de que te habías follado a Jungkook) te dijera ese tipo de cosas.

Ya habías cortado por lo sano con el crío, pero quizás demasiado tarde. Y todavía sentías el peligro de estar cerca de él grabado en la piel.

Tu vida nunca había sido precisamente idílica, pero ahora parecías estar en medio de una película de terror. Sintiendo que cualquier paso que dieses acabaría en desastre.

—¿Me va a hacer alguien cantar villancicos? —cuestionaste al fin, rindiéndote a la pequeña sonrisa que Heejin te dedicaba.

—No.

—¿Voy a tener que formar parte del espíritu navideño?

—Pues estar de morros toda la semana si te apetece.

Sopesaste el ofrecimiento detenidamente, pensando en los pros y los contras. Aunque lo único que se te venía a la cabeza era que tu deseo de escapar de esa ciudad había sido cumplido, de la manera más extraña posible, pero aún así...

CrybabyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora