29.

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Ni él ni yo nos movíamos del lugar donde estábamos, él por esperar mi reacción y yo por miedo. Jack finalmente se abalanzó sobre mí, pateando el cadáver de Bella a su paso; aproveché ese pequeño tropiezo para poder clavarle la pica hielo en el hombro. Se quejó, dejó caer el cuchillo con el que iba a atacarme, yo comencé a correr fuera de la cocina para salir de la casa y pedir ayuda.

Pero no lo logré. Cuando estaba en el pasillo principal de la casa, sentí como me tomaron del cabello, halándome hacia atrás con odio, fuerza y brusquedad. Jack era muy fuerte por obvias razones, tenía que estar en forma por nuestro trabajo, pero en realidad no podía imaginar que tuviese esa fuerza. Mi miedo aumentó de forma casi espontanea cuando mi mente reproducía las imágenes del cadáver de Bella... sabía que ella había intentado huir, pero no lo logró... escaparme de él sería muy difícil. Me llevó hasta la cocina otra vez, sosteniendo mis manos y cabello en cada uno de sus brazos; pase toda la fuerza que tenía a mis piernas para tratar de evitar que me termine acorralando en la cocina. Una vez más, no lo logré. Entre muchos gritos, patadas mías, golpes suyos e insultos de ambos, Jack logró inmovilizarme en el desayunador; sentía como todo el peso de su cuerpo estaba en mí, dejándome sin respiración y con el miedo a niveles que mi cabeza ya no lograba procesar.

Mis ojos se cerraron por varios segundos, consecuencia del miedo que me provocaba está irreal situación; los intenté abrir nuevamente pero no lo lograba, se sentían tan pesados y mi visión se volvía muy borrosa. Logré abrirlos un poco, pude distinguir un cielo estrellado al frente mío. Volvieron a cerrarse, esta vez sí los abrí con facilidad; ahora mi vista estaba en la cara maliciosa de Chris, quien me veía con un gran odio reflejado en sus ojos y con aires de grandeza también.


— Zorra estúpida – me insultaba con burla. –, eres una maldita zorra estúpida. – Con su frente golpeo mi nariz, provocando que cerrara los ojos del dolor. – Steeven, no te imaginas cuantas veces te imagine debajo de mí... obviamente no de esta manera, pero puedo hacerte una demostración si quieres...– El maldito infeliz me haló del cabello para dejar expuesto mi cuello, comenzó a besarlo; logró inmovilizar mis manos sin tener que tomarlas, y con su mano libre comenzó a tocar mi cuerpo. Yo no paraba de patalear, llorar y gritarle que dejará de tocarme.

— ¡SUELTAME, MALDITO COBARDE! – gritaba con rabia y miedo. – Eres un cobarde, un cagón hijo de puta, maldito bastardo infeliz de mierda. – Mis insultos no parecían hacer eco en él, porque seguía llenando de saliva mi cuello y tratando de meter su mano en mi pantalón... estaba aterrada, quería llorar aún más... pero si este maldito me mata, se lo haré lo más difícil posible. – Mírate ahora, solo así puedes tratar de tenerme, porque sabes que de otra manera jamás me tendrías. ¡A BELLA DEBIÓ DARLE ASCO ESTAR CON UNA MIERDA COMO TÚ! Hijo de puta, podrás meterme el pene y venirte en mí, pero nunca obtendrás mis gemidos, ni mi placer y mucho menos me vendría por ti, desgraciado engendro de puta.
Levantó su vista hasta la mía, en sus ojos se notaba que mis palabras finalmente lo tocaron; le sonreí con malicia. Él me dio un puñetazo en la cara antes de agarrar mi cuello y comenzar a asfixiarme. – En tu cadáver dejaré a mi tercer hijo, zorra. – Le escupí repetidas veces en la cara, ganándome así un fuerte rodillazo en mi vagina. Con su mano aun apretando mi cuello, me sonrío de la misma forma en la que yo le sonreí. – Haré que veas las cosas con claridad, mi amor eterno – me dijo antes de besarme a fuerza.


El miedo nuevamente se apoderó de mí, toda la adrenalina que tenía cuando le decía todas esas palabras se desvaneció casi un segundo después de que me dijera esa última frase. Mi ojo izquierdo estaba un poco cerrado por los golpes que me dio Jack, pero eso cambio cuando sus dedos me obligaron a abrirlo, provocando que me quejara del dolor. Jack tenía algo en su otra mano, algo que iba a echar en mi ojo; del pánico comencé a patalear y rogarle que no me hiciera nada, como ya había dejado de hacerlo hace unos segundos... pero de nada sirvió.

Un ardor insoportable se apoderó de mi ojo izquierdo, me hizo gritar con tanta fuerza que hasta sentía como mi garganta se raspaba. Esa cosa me quemaba el ojo, y no tenía idea de cómo detener a Jack... del dolor me estaba matando. Sentía como si estuvieran quemando mi ojo con gasolina, cada vez lo sentía más seco, el líquido entraba en mí... no paraba de gritar.

Batallé para sacar mi pierna de entre las de él y con todas mis fuerzas le patee los huevos. Inmediatamente se retorció del dolor; al igual que yo, él también cayó al suelo por el daño que estábamos sintiendo. No aguantaba el ardor, quería arrancarme el ojo y tirarle a ese maldito la mierda que me echo en toda su cara... pero sabía que no tenía tiempo para quejarme del dolor, así que me levanté con las fuerzas que me quedaban y corrí escaleras arriba. Entre grandes tropiezos, caídas y sin lograr ver bien, pude llegar a la habitación de Chris. Sabía que la ventana de Jack daba directamente, a la ventana de Eddie, también sabía que Jack tiene muchos objetos de peleas como sables, katanas, nudillos... si no logró llamar la atención de Eddie, por lo menos tendré material para defenderme.


— ¡EDDIE! – comencé a gritar el nombre del padrino de mis sobrinos. – ¡EDDIEEE! ¡LLAMÁ A LA POLICIA! – Nada se escuchaba de parte de la casa vecina, parecía que nadie estaba en casa. – ¡EDDIE, AYUDAME!


La puerta de la habitación estaba siendo golpeada con un odio... que solo lograba incrementar el pánico en mí. Abrí el armario donde estaban guardadas todas esas cosas y tomé un nunchaku con punta, que era lo primero que estaba a mi alcance. Jack botó la puerta e inmediatamente caminó en mi dirección. Lo vi, me congelé por segundos, pero antes de que me llegue a tocar, continúe gritando el nombre de la única persona que podía ayudarme en ese momento.

Cuando el brazo de Jack tocó el mío, voltee rápido y comencé a golpear su cara con el cuerpo del nunchaku. No gané tiempo para correr escaleras abajo; Jack me arrebató el nunchaku y lo lanzó fuera del cuarto, no logré ver donde cayó porque de inmediato me tiró al suelo para arrastrarme, halando mi cabello. De pronto un sentimiento de somnolencia me invadió, obligándome a dejar que Chris hiciera lo que quisiera conmigo... el miedo volvió a invadirme cuando mis fuerzas se desvanecieron y podía como me llevaba como si fuera una sábana.

Mi cuerpo estaba inmóvil, no podía mantener ni mis ojos abiertos, pero tenía que despabilarme de alguna manera. Chris es un psicópata, enfermo, resentido, quien sabe que me pasaría si no sigo luchando un poco más. A pesar de que sabía que estaba en completo peligro, mi cuerpo aún no me respondía para nada. Estaba congelada.

Las manos de Chris estaban en mí ahora... me estaba tocando a su gusto y antojo. No podía llorar, ni gritar, ni moverme, ni quejarme... solo podía sentir lo que estaba haciendo conmigo. No paraba de tocar mis pechos, ni mi trasero... hasta ese punto ya no tenía puesto mi pantalón.

Un dolor incomparable se hizo presente en mi vientre bajo, eso fue lo único que me hizo reaccionar lo suficiente como para subir mi cabeza y gritar del dolor. Jack estaba cortando mi vientre... de par en par... se trajo el cuchillo con el que mató a mi familia y con ese mismo me iba a matar a mí. Logré un último impulso: lo patee en la cara, lo derivé, pero no pude huir. Chris volvió a estar sobre mí... lo último que vi fue su puño antes de que me golpeará y todo se volviera negro.

Box. | Laughing JackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora