Capítulo 6: Cigarros

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Miércoles, 5 de abril de 2017.

Me miro frente al espejo que hay en la oficina de Ian. Agarro el borde de la remera que en el centro tiene estampado las palabras "Tommy Jeans" y la pongo dentro de la falda de jean. Estoy aburrida esperando a Ian desde hace media hora. Según Livia, su secretearía, fue a una reunión de último momento. Camino en círculos y me decido esperarlo cinco minutos más o sino tendrá que quedarse afuera de la casa. Me tiro sobre el sofá y pienso en absolutamente nada. Es lo que estoy haciendo todos los días. Me ahogo en mis pensamientos y no puedo salir.

De pronto la puerta es abierta de forma brusca. Ian y una mujer están terriblemente atrapados en su discusión que no se dan cuenta de mi presencia.

—Deja de seguirme —le grita él.

—¿Sabías que no hay que gritarles a las mujeres, Ian?

Los dos adultos me miran asustados.

—¿No vas a presentarnos? —le pregunto a Ian, este se queda en silencio—. Me llamo Mara, un gusto.

Extiendo mi mano y ella la acepta sin dejar pasar un segundo. Nunca sentí alguna descarga al tocar a alguien. Saltan chispas entre las dos. Es una sensación extraña y me inunda la cabeza de preguntas sin respuestas. Mueve los labios, pero no logra articular ni una vocal. De igual manera espero a que encuentre su propia voz.

—Soy...

—¿Qué haces acá, Mara? —interrumpe Ian. Sin sentirse culpable de sus malos modales.

—Vine a dejarte la llave de tu casa, la olvidaste, otra vez. Y también quería decirte que Valentin me cancelo la cita de hoy. Que la culpa no caiga sobre mí.

Me muerdo el labio cuando caigo en cuenta de lo que he dicho. Hay una mujer, frente a mí, que no sabe nada sobre el contrato y casi lo arruino. Guardar este secreto me va a volver loca.

—Ah, sí. Está haciendo una colaboración con Bruna Roa.

Bruna Roa es un precioso ser humano. Pura e inocente. La he cruzado una vez en un festival, solo hemos compartido una rápida y simple conversación. Aun así, te trata como si te conociera de toda la vida. Y por lo que tengo entendido es la mejor amiga de Valentin King.

—Wao, cuando tu novio ya ni te dice lo que hace con su vida —le digo a la mujer, sacándole una sonrisa tímida.

Los ojos de Ian se mueven desde mi a la rubia que tengo al lado. Apoya todo su peso en una pierna y se cruza de brazos.

—¿Algo más?

—Sí, fue muy rudo de tu parte no dejar que ella se presente —volteo hacia la mujer y le sonrió—. ¿Me dices tu nombre?

—Se llama Teresa.

—¿Te llamas Teresa? —le pregunto ignorando a Ian. Ella asiente—. Y, dime Teresa, ¿por qué sigues a mi hermano?

Ella frunce el ceño.

—¿Hermano?

Ian me toma por los hombros y empuja hasta la puerta.

—Mara, deja de hacer tantas preguntas. La estás incomodando.

—Tú la estás incomodando.

Me sacudo para que me quite las manos de encima. Le hago frente y estoy a punto de decirle un par de cosas, pero me detengo cuando lo miro a los ojos, están inundados de pánico.

—¿Ya te vas? —su pregunta es una súplica.

La mujer que está a unos pasos de nosotros sigue mirándome confundida, en cambio se queda en su lugar y no hace nada. No tengo idea que está pasando, pero sí sé que no quiero estar acá.

Hablando con la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora