Lunes, 9 de octubre de 2017.
Día de acción de gracias en Toronto, y se nota. Nadie está afuera de su casa, pero puedes verlos por los ventanales. Todos están reunidos dentro del calor que ofrece su hogar.
Me despido del hombre que nos trajo a casa.
—¿Dónde conseguiste un Uber a esta hora?
—Hice algunas llamadas, Mara.
Nos quedamos de pie enfrentando la casa donde crecimos. El viento congelado de Canadá cobra a la vida, esparciendo las hojas marrones a nuestro alrededor.
—Hogar, dulce hogar —murmura Ian y se adelanta a tocar el timbre.
Simon abre la puerta y esboza la sonrisa más grande que he visto en años.
—Al fin llegan a casa, su madre me tiene podrido.
Ian le da un rápido abrazo y entra. Yo me tiro encima de papá y él me llena la cara de besos.
—No cierres, mi novio viene atrás.
Simon finge no escucharme y le pone llave a la puerta. Voy a saludar a Eva que está en la cocina, pelando las papas para el puré. Al verme abre los brazos y sonríe dulcemente.
—Bambi.
Me abraza con delicadeza y puedo sentir su corazón latir apresuradamente.
—Hola, ma.
Dejo un beso un en mejilla y no menciono las lágrimas que tiene presas en sus ojos. Eva es un alma sentimental, demasiado para mi gusto.
—¿Y Valentin?
—Eh —Miro la sala, no lo veo por ningún lado—. Venía atrás mío.
El timbre retumba en la sala e Ian va a abrir. Detrás de la puerta aparece Valentin, con mi bolso colgado en uno de sus brazos, su pequeña maleta y la mía.
—Hola a todos —sonríe.
Papá lo saluda de lejos, mamá corre a abrazarlo. Las maletas caen al suelo en el momento que Eva lo aprieta entre sus brazos. Dios, lo ha visto por cinco días seguidos la última vez que estuvimos acá y ya lo trata mejor a mí.
—¡Qué bueno que pudiste venir!
—Sí, necesitábamos otro niño para que alabe la comida de mi mujer —dice Simon.
Puedo decir que herede mi lado sarcástico de papá, aunque no sabe distinguir cuando alguien es irónico con él. Voy a sacarme las zapatillas y dejarlas a un lado de la puerta, Valentin me imita.
—Me dejaste solo con tus cosas.
—Dijiste que te encargabas tú.
—No, no dije eso.
—Bueno, deberías haberlo dicho.
Mamá nos obliga a beber una taza de chocolate caliente y comer las galletas de avena que hizo ayer. Hornear galletas es su actividad favorita, pero es también una señal que algo está torturando su mente.
—¿Estás bien?
—Claro, Bambi. Y ahora que están acá, mejor.
Con que es eso. Se siente sola. Eva es de esas mujeres que debería tener diez hijos o más. Que la casa este repleta de gente las veinticuatro horas. Tuvo muchos embarazos perdidos, Ian fue su milagro y diecisiete años más tarde vine yo.
—La cena estará lista a las seis.
—Bueno, yo iré a dormir la siesta. Verte trabajar tan duro me está cansando.
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Hablando con la Luna
Teen FictionPRIMERA TEMPORADA TERMINADA Y DISPONIBLE. SEGUNDA TEMPORADA EN CURSO. Dejando de lado la creciente fama de actriz principiante, la vida de Mara Bamber se vuelve aburrida y monótona con el paso de los días. En forma de juego le pide a la luna que le...