Capítulo 43: El plan de James

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Martes, 23 de enero de 2018.

Desordeno una de las cejas de Valentin a medida que mi dedo se resbala por su frente y vuelvo a ordenar los pelitos con un suave movimiento. Es lo que estoy haciendo hace diez minutos, y lo único que consigo es que el chico dormite mientras le hablo sobre las canciones que debería añadir a la lista de playlist de la gira.

—¿Mi canción va a estar en la playlist?

Entreabre los ojos y me observa a través de las pequeñas rayitas.

—No sé, ¿me lo permites?

—Tú escribiste la canción.

—Pero es tuya. ¿Te gustaría que las demás personas sepan de su existencia?

Una parte de mí no quiere, las personas celosas solo saben arruinar algo. Aunque al mismo tiempo quisiera que todos la escuchen porque, siendo honesta, es una pieza de arte.

—Lo voy a pensar.

—Bueno.

Me recuesto en su pecho, agarro su mano y la ubico sobre mi cabeza. Esa es mi silenciosa petición para que me acaricie el cabello. Él, mientras hace lo que le pedí, está hablando con alguien por mensaje de texto y cada tanto me remuevo por sus ataques de risas.

Me permito relajarme por unos minutos, sin llegar a dormirme. Tengo muchas cosas que hacer hoy. Debo ayudar a James con la mudanza de su nuevo apartamento, y luego debo ayudar a Aria con los planes de la boda.

—¿Qué hora es? —le pregunto, entre el sueño y la vigilia.

—Mediodía.

«Mierda.»

—Mientes.

—No.

—¡Mierda! —me levanto a los saltos de la cama—. ¡Me tengo que ir!

Valentin se sienta en la cama, gruñendo del esfuerzo que le lleva.

—¿Por qué?

—James me invitó a almorzar —le respondo, alzando las almohadas que cayeron al suelo por el repentino movimiento—. Y necesita que alguien le dé una mano con ordenar su apartamento.

—¿Vas a dejarme por otro hombre? —pregunta como si bromeara, pero sé que en el fondo no lo hace.

—Sí.

No repone nada más. Sabe muy bien que si le doy mi palabra a un amigo la voy a cumplir.

Llego a darme una ducha rápida para que deje de oler a Valentin y recupere mi propio aroma. Corro por el pasillo al cuarto de invitados, donde tengo mi ropa en el armario y otra parte desparramada en la cama. Estamos a finales de enero, pero el clima en California sigue refrescando cada vez más. Me visto con un conjunto negro y abrigado de Adidas.

Cuando vuelvo a la habitación principal no me sorprendo de encontrar a Valentin aun en la cama, esta vez mirando vídeos en YouTube.

—¿Tú qué vas a hacer hoy? —le pregunto mientras me armo los rulos con los dedos.

—No sé. Supongo que iré al gimnasio y luego a la casa de mis padres.

—Envíale saludos de mi parte y pregúntales si el domingo quieren venir a almorzar con nosotros. Voy a hacer fideos a la boloñesa.

—Bien.

—¡Adiós!

—¿No te olvidas de algo? —me detiene a los gritos.

Nombro en mi mente lo que necesito para el día de hoy: llaves del Jeep, cartera, billetera, celular. Mi celular está en la cocina, seguro a punto de morir por la poca batería. Anoche mis padres me llamarón, hablamos por media hora; la conversación se basó en convencerme de que era buena idea volver a casa por unos días. Mis padres necesitan empezar a cortar lazos con sus hijos y aceptar la idea que su trabajo ya está hecho.

Hablando con la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora