Capítulo 46: Paciencia

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Viernes, 23 de febrero de 2018.

La taza de té es lo más entretenido y colorido que he visto en el día. Los tés de flores son tés chinos, aromatizados de forma natural con flores y para mí sorpresa, se pueden beber sin hacer una mueca de asco.

—¿Debería... terminar con él? —pregunto.

La señora Marcovecchio, la mujer que adopte como abuela y que vive en frene de la mansión de Ian, deja de cortar las hojas secas de su rosal para mirarme a la cara. Hoy por la mañana me desperté y creí que sería un día tranquilo, media hora más tarde mi cabeza iba a explotar por pensar en el mes que estaré lejos de Valentin. Decidí regresar a Toronto por un tiempo, extraño mis padres, extraño a Claudia y extraño la paz que hay en mi vecindario para poder estudiar el guion como quiero.

«Si no puedes con la culpa de dejarlo por un mes, ¿qué harás cuando lo dejes por tres meses?»

—¿Tú quieres terminar con la relación?

Muevo las hojas de jazmín con la cuchara. Es una táctica para extender el silencio. La última semana fue la peor de todas, estuvimos juntos algunos días, pero era como si no lo estuviéramos. Es difícil concentrarse en una conversación cuando el celular del otro no para de sonar.

—No —respondo luego de un minuto en silencio.

No me puedo imaginar estar sin él, por más que ya haya vivido dieciocho años sin saber de su existencia en el mundo.

—Entonces no lo hagas.

—Pero... El problema es que... No nos vemos seguido.

Suspiro al recordar las advertencias de Ian. Una y otra vez.

—Y ya sé que ambos estábamos al tanto de que esto iba a suceder, pero no creo que hayamos pensando en lo complicado que sería.

—¿Qué relación es fácil? —contraataca—. Ninguna lo es.

Supongo que es cierto. La única relación que he visto es la de mis padres y por más que no sea creíble es la relación más sana y sencilla del universo. Aspiro a tener los que ellos tienen en un futuro.

—¿Lo quieres?

—Sí.

—¿Se lo has dicho?

—No.

La señora Marcovecchio entorna los ojos.

—Es que... no me siento cómoda en revelar ese sentimiento aún.

—¿Y cuándo lo harás?

—Cuando él me diga que me quiere primero.

Bufa tan alto que llego a escucharla.

—Ustedes los niños... siempre perdiendo el tiempo —reniega.

Se pone de pie, causando que sus rodillas crujan y se acerca a mí, que estoy sentada en una manta de picnic, debajo del sol y bebiendo de a sorbos su té chino. Me tiende una rosa roja, sus pétalos están abiertos y el aroma seductor se convierte en un calmante. La miro posada en mi mano, me recuerda a Valentin.

—Tienes que ser paciente —dice, mientras se recuesta en la manta a mi lado—. Es difícil, pero si en verdad le quieres no vas a dejarlo ir.

Es cierto. Me voy a arrepentir si termino con él.

Con que esto es tener novio, cuestionarse todo para no lastimarte y no lastimar la otra persona. Cuando estas soltera no te imaginas la parte mala, solo la buena porque es un deseo.

Hablando con la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora