Capítulo 41: Rendición (+18)

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Lunes, 1 de enero de 2018.

Los fuegos artificiales hicieron presencia en el cielo. Todos siguen abrazándose, sonriendo y deseando un feliz año. Me quedo de pie, en medio de el gran alboroto y nadie se digna a mirarme.

—Feliz año nuevo.

Giro hacia el sonido de la voz. La chica del baño, Sierra, me observa. Asiento una vez hacia ella ya que la voz no me sale.

—Feliz año nuevo —murmuro, pero ella ya está hablando con otra persona.

Siento que alguien enreda sus brazos en mi cintura y apoya el pecho en mi espalda. El corazón me deja de latir hasta que levanto la vista y veo unos ojos azules inyectados con un poco de sangre.

—Feliz año nuevo, Teddy.

—Feliz año nuevo, Bambi —dice a la vez que esboza una sonrisa de mujeriego irresistible—. ¿No estaba abrazando a otra pelirroja?

—Dios, ya deja de beber.

La diversión abandona sus ojos al escuchar mi tono de voz. Coloca sus manos encima de mis hombros y me gira a un lado de forma abrupta. A unos metros está Valentin, abrazando a su madre. Ella lo aprieta entre sus delgados brazos y le besa la mejilla repetidas veces.

—Ahí, ve con tu novio.

El empujón que me da hace que entre a su campo de visión. Tiró del dobladillo del vestido haciendo tiempo para que ella lo suelte y sea mi turno de acercarme.

Valentin tiene sus ojos encima de mí y su rostro se mantiene inexpresivo. Quiero dejarle claro que no voy a hacer algo de lo que tiene en mente.

A la mierda los consejos de Ian. Ya es otro año. Técnicamente no estamos rompiendo ninguna regla.

Gianna lo suelta y al verme hace el amague de venir hacia mí, pero se retracta y me deja ir primero con su hijo.

—Feliz año nuevo —le digo para llenar el repentino silencio que se instala entre nosotros dos.

Ni siquiera con una dulce voz puedo conseguir rebobinar lo que he arruinado minutos antes.

—Me olvidé decirte algo.

La desconfianza con la que me estudia la cara no es buena señal.

—¿Qué? —pregunta con voz áspera y de mal humor.

Doy un paso más cerca de él y le agarro las dos manos. Me doy cuenta que hago eso cuando estoy nerviosa y lo tengo muy cerca de mí que debo tocarlo.

Mentalmente pongo los ojos en blanco. No me puedo creer que diga esto. Una cosa es tener la vaga idea y otra cosa es hacerlo. Todo ha cambiado mucho en estos ochos meses.

«Solo dilo, como lo venías practicando desde el baño hacia acá.»

—A mí también me encantas.

Por fin, sus ojos cambian y deja de estar a la defensiva.

La calma que lo inunda me hace sentir culpable por ponerlo en aquella situación. Tuerce las muñecas para que lo suelte, apoya las manos en mis caderas y me acerca a su cuerpo. La forma en que me mira me provoca una guerra de mariposas en el estómago y el corazón late alocado. Seguro debe sentirlo él también.

—¿Ahora sí puedo besarte como yo quiera?

—Sí.

Pega sus labios con los míos de manera tan brusca que casi me hace daño. Nunca me había besado de esta forma, siempre fue de tomárselo con lentitud y cariño. Ahora, pareciera que quiere llevarme a los baños y...

Hablando con la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora