Capítulo 49: Mi error (+18)

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Jueves, 22 de marzo de 2018.

Entrar a casa manteniendo el silencio sepulcral es una acción complicada. Valentin me tiene agarrada de la cadera y por más de que le eh jurado que estoy bien no me deja hacer ni un paso por mí misma.

Desde algún rincón de la sala veo una sombra acercarse a nosotros. Entrecierro los ojos para ver quién es.

—¿Está borracha?

Esa voz... es mi madre. Me enderezo y actuó como si no me hubiera achispado con alcohol en menos de dos horas.

—Hola, ma —la saludo con más entusiasmo del que debería—. Mara está bien.

Los ojos azules de mi madre me escrutan cuidadosamente. Doy un paso cerca de ella, pero me tambaleo antes de poder llegar a su lado. Valentin va a agarrarme, otra vez, y yo le quitó la mano con un golpe.

—Puedo sola —advierto.

Que quede claro, mi mamá nunca me había visto media borracha. Es la primera vez y no lo está tomando bien. La cara de estupefacta me lo deja claro.

—Solo necesita un poco de café y ya se le pasará —le dice Valentin.

—Voy a hacer el café —avisa y se va a la cocina mientras habla consigo misma en susurros.

Hago mi camino hacia las escaleras, pero a último momento cambio de opinión y me dejó caer en el sillón más grande de la sala, justo en frente del televisor. Abro Netflix y pongo la primera serie que me aparece.

—¿Otra vez Friends? —pregunta, mientras toma asiento a mi lado.

—¿Acaso hay algo mejor en Netflix?

Se encoje de hombros, reconociendo que tengo razón.

«O quizá no quiere discutir contigo.»

Le echo una mirada a mamá, que sigue ocupada con el café. Yo estaba ardiendo y no precisamente por el dulce calorcito que rodeaba en la sala. Era gracias al chico que tenía a un lado.

El alcohol me obliga a hacer cosas que normalmente no haría estando sobria por vergüenza. Pero ahora tenía en mi cuerpo un poco más del cincuenta por ciento de alcohol y quería jugar un poco con King. Envuelvo una de mis brazos en su cuerpo, por encima del cierre del pantalón de jean. Valentin se tensa y mira hacia la cocina para asegurarse que mamá no tiene su atención encima de nosotros.

Podría jurar que toda su sangre está concentrada ahí abajo y eso solo logra que la lujuria ascienda.

—Mara —me advierte en un susurro.

Me trago la sonrisa maliciosa y lo encaro.

—¿Qué?

—Quieta.

Él no me va a decir que hacer. Mucho menos en mi casa. Vuelvo a mover mi brazo, lo subo hacia la cinturilla del pantalón y me dedico a acariciar el costado de su estómago con las puntas de mis dedos. De la misma forma que él siempre me acaricia a mí, pero en otra parte de mi cuerpo.

Valentin lo sabe y su corazón responde con latidos por encima de mi oreja. Lo veo tomar una almohada, con la cual se cubre el grosor que va adquiriendo su polla en reacción a mis caricias justo en el momento que mamá deja las tazas de café sobre la mesita de madera.

—Aquí tienen.

—Gracias, ma.

—Gracias, Eva.

Valentin recibe una sonrisa materna, yo no. Solo recibo una mirada de "Mañana hablamos." Y se retira a su habitación.

«Suerte que ya no nos puede castigar.»

Hablando con la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora