Viernes, 14 de julio de 2017.
—Despierta.
Me veo obligada a abandonar el sueño de mi corriendo por las calles de Toronto cuando era una niña. Lo primero que veo son los ojos castaños de Valentin, cubiertos por bolsas bajo el párpado inferior. Me siento en el colchón algo atontada y con miedo.
—¿Eh?
—Hola.
—¿Qué pasó? —pregunto confundida por la sonrisa que trae pintada en la cara—. ¿Estás bien?
—Necesito que me ayudes con algo.
Miro la hora que se refleja en el reloj colgado sobre la pared. ¿Qué puede llegar a necesitar a las tres de la madrugada?
—¿Qué? ¿Enterrar a un muerto?
—No —niega y la sonrisa crece—. Levántate.
Tira de mis brazos hasta que estoy de pie. Lo sigo, curiosa, a donde sea que me lleve. No vamos muy lejos, ni siquiera dejamos la habitación. Detiene sus pasos delante del baño, donde proviene la luz blanca y poderosa por una grieta que deja la puerta entreabierta.
Lo miro, esperando que me explique qué vamos a hacer en el baño.
—Tengo una idea de lo que me puedes enseñar ahí y no me gusta para nada.
Su ceño se frunce y parece darle una arcada.
—Qué asco, no es nada de eso. Entra.
Me niego entrar ahí. Valentin ve mis intenciones de no cooperar y termina empujándome hacia el cuarto del baño.
—No quiero entrar ahí. No quiero entrar ahí. No quiero... Ya entre.
Miro alrededor. La tapa del inodoro esta abajo, encima se encuentra su notebook y tiene abierto una aplicación que usa para crear sus canciones. La guitarra está apoyada en la bañera y hay papeles escritos con la preciosa letra de Valentin regados por todo el suelo de madera.
—Siéntate en el piso.
—Uh, que higiénico.
—¿Podrías dejar de ser irónica un ratito?
—Son las tres de la mañana, es la hora del diablo. Solo estoy siendo yo misma —digo mientras encuentro una posición cómoda en el frío suelo—. ¿Y ahora?
Me pasa sus auriculares y la notebook, la apoyo sobre mis piernas y el calor que desprende me ayuda a pasar el malestar. Estamos en verano, pero a la noche-madrugada el frío puede llegar a ser impresionante para estar en Los Ángeles.
Hago doble click en el único link que se encuentra en la carpeta y cierro los ojos para apreciar la canción a gusto. Me pone nerviosa tener la vista encima de alguien cuando estoy probando algo nuevo. En especial si es Valentin.
Es el único artista con el cual siento otro tipo de conexión con su música. Tiene el poder de hacerme llorar apenas empiezan a sonar las melodías de la guitarra o piano. Es una energía que tiene sobre mí. Supongo que me estoy desmoronando por él, de a poco.
Pensé que era lo suficientemente fuerte para él y toda esta mentira. Termino de darme cuenta que no lo soy. Y solo puedo conformarme con fantasear por un momento, luego vuelvo a ponerme la máscara.
Dejo los auriculares a un costado y me giro hacia el chico que tiene los ojos bañados de nervios y emoción.
—¿Y qué dices?
Me derrito con un suspiro.
—Wao.
—¿Wao en el buen término o wao en el mal termino?
—La canción es preciosa.
—Veo venir un "pero".
—Solamente me pregunto, ¿quién te lastimo así?
Permanece inmóvil, confundido.
—No entiendo.
—El noventa porciento de tus canciones hablan de corazones rotos, de promesas sin cumplir y de parejas que se quieren, pero no llegan a estar juntas.
El entendimiento fluye por su cara y esboza una sonrisa comprometedora.
—Eso pasa en la vida real, Mara.
—No me gusta la vida real —murmuro frunciendo el ceño.
Me observa en silencio y eso me pone nerviosa.
—¿Escribes canciones en el baño?
—Usualmente, no. Pero quería tener un ojo sobre ti y no molestarte con el ruido al mismo tiempo.
—Aun así, me despertaste.
—Tenía que compartir mi alegría con alguien. Al fin conseguí el ritmo que estaba atorado en mi cabeza.
Siento una chispa de orgullo. Dejo la notebook a un lado. Me estiró sobre el suelo y me abrazo a su cuello. Lo he tomado por sorpresa, por lo cual no me devuelve el gesto amistoso, y se tensa cuando le beso la mejilla.
—Felicidades. Ahora, si no te molesta. Me gustaría volver a dormir y tú también lo necesitas.
—Tengo que seguir...
Le doy una mirada de "no tienes otra opción que hacerme caso". Agarro su guitarra y vuelvo a la habitación, de esta manera tendrá que seguirme sí o sí.
—A la cama. Vamos.
Ya no es incómodo compartir la cama, ni mirarlo a los ojos cuando la habitación está a oscuras. La madrugada me pone tonta y hace que tome malas decisiones, pero no puedo cerrar los ojos y dormirme otra vez. Me siento conectada a él y me gusta la sensación.
Por alguna razón, se me escapa una sonrisa y él me la devuelve.
—Odio tu sonrisa —me dice.
Dejo de sonreír.
—¿Por qué?
—Porque cada vez que me sonríes provocas que te sonría de regreso. Y no quiero que eso pase.
—¿Tienes miedo de enamorarte de mí? —bromeo.
Abre la boca para responder, pero no pronuncia ninguna palabra.
Auch.
—¿Tan mala persona te parezco?
—No, creo que mereces alguien mejor.
No me sorprende discrepar. Todo el mundo se merece alguien bueno, amoroso y gentil como lo es Valentin, pero yo no me lo creo. Sin embargo, me quedo callada y no le digo lo que pienso sobre él. No le digo lo que quiere escuchar de mi parte. Solo voy a complicar las cosas para nosotros, más de lo que ya lo están.
🧡🧡🧡🧡🧡
Nota de la autora: Gracias por leer <3
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Hablando con la Luna
Teen FictionPRIMERA TEMPORADA TERMINADA Y DISPONIBLE. SEGUNDA TEMPORADA EN CURSO. Dejando de lado la creciente fama de actriz principiante, la vida de Mara Bamber se vuelve aburrida y monótona con el paso de los días. En forma de juego le pide a la luna que le...