HE aquí lo que la princesa había averiguado respecto a Váreñka y a sus relaciones con la señora Shtal. Esta última, enfermiza y exaltada, a quien los unos acusaban de haber sido el tormento de su esposo por su mala conducta, mientras que otros sostenían que el marido fue quien la hizo desgraciada, había dado a luz un niño poco después de su divorcio, pero la criatura murió al nacer. La familia de la señora Shtal, conociendo su sensibilidad y temerosa de que la noticia le ocasionara la muerte, había sustituido el niño muerto con la hija de un cocinero de la corte, nacida la misma noche y en la misma casa, en San Petersburgo: era Váreñka. La señora Shtal supo después que la niña no era suya, pero se quedó con ella, tanto más cuanto que la muerte de varios parientes de la criatura la dejaban casi huérfana.
Hacía más de diez años que la señora Shtal vivía en el extranjero, en el sur, guardando reposo casi siempre. Los unos decían que tenía en el mundo fama de caritativa y piadosa; y los otros la juzgaban como un ser superior que solo vivía para las buenas obras, asegurando que era realmente lo que parecía ser. Se ignoraba si era católica, protestante u ortodoxa, pero se sabía que estaba en relaciones con las notabilidades de todas las iglesias.
Váreñka vivía siempre con ella y todos los que conocían a m-me Shtal, conocían y querían a m-lle Váreñka, como la solían llamar.
Cuando la princesa conoció todos aquellos detalles, no vio ningún inconveniente en que su hija trabara amistad con Váreñka, tanto más cuanto los modales y educación de esta eran excelentes; hablaba a la perfección el inglés y el francés. Y, lo que a juicio de la princesa era fundamental, Váreñka le había transmitido de parte de la señora Shtal su pesar por no poder visitarla a causa de su enfermedad.
Kiti se aficionó cada vez más a su amiga, en la cual descubría diariamente alguna buena cualidad. Habiendo sabido la princesa que Váreñka cantaba, le suplicó que fuese a verla alguna noche.
—Mi hija toca el piano, y aunque el instrumento es malísimo, nos complacería mucho oírla a usted —dijo la princesa con su sonrisa forzada, lo cual desagradó particularmente a Kiti en aquel momento, ya que había observado que Váreñka no sentía deseos de cantar.
Váreñka se presentó el mismo día con su partitura, y encontró reunidos a María Ievguiénievna, la princesa, Kiti y el coronel; pero se manifestó indiferente a la presencia de estas personas extrañas y se acercó al piano sin hacerse rogar. No sabía acompañarse, pero leía las notas a la perfección. Kiti, como tocaba muy bien el piano, la acompañaba.
—Tiene usted un talento notable —dijo la princesa cuando Váreñka hubo terminado la primera parte, que cantó con exquisito gusto.
María Ievguiénievna y su hija cumplimentaron también a la joven, dándole las gracias.
—Vea usted cómo atrae al público —dijo el coronel que miraba por la ventana.
En efecto, se habían reunido muchas personas delante de la casa.
—Me alegro mucho haber complacido a ustedes —contestó Váreñka simplemente.
Kiti miraba a su amiga con orgullo, admiraba su talento, su voz, toda su persona, pero particularmente su expresión; era evidente que Váreñka no apreciaba su propio mérito ni los cumplidos que le dirigían.
«¡Qué orgullosa estaría yo en su lugar —pensaba Kiti— y cómo me gustaría ver a toda esa gente delante de la ventana! A ella parece a serle del todo igual. Solo la mueve el deseo de no rechazar y complacer a su maman. ¿Qué es lo que tiene? ¿De dónde saca esa fuerza de prescindir de todos y permanecer independiente y serena? ¡Cómo me gustaría saberlo y aprenderlo de ella!»
Así pensaba Kiti, observando la expresión muy serena de su amiga.
La princesa rogó a Váreñka que cantase alguna otra cosa, y la joven lo hizo con igual perfección que la primera vez.
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Ana Karenina (Vol. 1)
Historical FictionAna Karenina es la historia de una pasión. La protagonista, que da nombre a la obra, es un personaje inquietante y fascinador por la intensidad de su vida. Tolstoi, buen psicólogo y conocedor del mundo que le rodea, abre la intimidad de Ana y traza...