AUNQUE rehusando admitir, con Vronski, que su posición fuese falsa y poco honrosa, Anna no dejaba de reconocer que tenía razón. Hubiera querido salir a toda costa de aquel estado deplorable; y cuando, bajo el imperio de su emoción, hubo confesado todo a su esposo, al volver de las carreras, se sintió aliviada. Después de esto, se repetía sin cesar que, al menos, todo estaba explicado, y que no le sería ya necesario engañar ni mentir; su situación podría ser mala, pero no equívoca; era la compensación del mal que su confesión había causado a su esposo y a ella misma. Sin embargo, cuando Vronski fue a verla, aquella misma noche, no le dijo nada de su confesión ni le hizo advertencia alguna para resolver sobre el porvenir.
Al despertar a la mañana siguiente, su primer pensamiento fue recordar las palabras dichas a su esposo, y le parecieron tan odiosas en su extraña brutalidad, que no comprendió cómo había tenido valor para pronunciarlas.
¿Qué sucedería ahora?
Alexiéi Alexándrovich se había marchado sin contestar.
«He visto a Vronski después —pensó—, y no le he dicho nada; cuando se iba quise llamarlo, pero renuncié al reflexionar que tal vez le parecería extraño que no le hubiese referido todo desde luego.» ¿Por qué no le hablaría, puesto que lo deseaba? El rostro de Anna se cubrió de rubor al hacerse esta pregunta, pues comprendió que la vergüenza era lo que la había retenido. Y su situación, que juzgaba tan despejada el día antes, le pareció ahora más sombría y espinosa que nunca. Temió la deshonra, en la cual no había pensado hasta entonces, y reflexionando en las diversas resoluciones que su esposo podría adoptar, la acosaron las más terribles ideas. A cada momento temía ver entrar al regidor para expulsarla del domicilio y proclamar su falta ante el universo entero; y se preguntaba dónde se refugiaría si la obligaban a dejar la casa, y no encontraba la respuesta.
Le parecía que Vronski no la amaba ya tanto, comenzaba a cansarse, y por lo mismo no debía imponerse a él. Esta idea le produjo un sentimiento de amargura; y al no reflexionar en las declaraciones hechas a su esposo, se figuraba haberlas pronunciado ante todo el mundo. ¿Cómo mirar a la cara a los que vivían con ella? No se atrevió a llamar a su camarera, ni menos a bajar al comedor para almorzar con su hijo.
La doncella había ido varias veces a escuchar a la puerta, extrañando que no la llamasen, y al fin se decidió a entrar. Anna la miró con aire interrogador y se sonrojó de su propio temor. La doncella se excusó diciendo que había creído oír llamar; llevaba un vestido y una carta; esta última era de Betsi, quien le decía que Liza Merkálova y la baronesa Shtoltz, con sus adoradores, se reunirían aquella noche en su casa. «Venga usted a verlos —escribía—, aunque solo sea para hacer un estudio de costumbres. La espero.»
Anna leyó la carta y exhaló un suspiro profundo.
—No la necesito —dijo a su doncella, que arreglaba el tocador—; voy a vestirme ahora y bajaré. No necesito nada.
Ánnushka salió, pero Anna no pensó en vestirse; sentada, con la cabeza baja y los brazos caídos, quería decir alguna cosa, pero estaba como entorpecida; solo de cuando en cuando murmuraba: «¡Dios mío, Dios mío!». La idea de buscar un refugio en la religión le era tan extraña como la de buscar amparo junto a su esposo, aunque jamás dudó de la fe en que la habían educado. Ya sabía que la religión le impondría, desde luego, como un deber renunciar a lo que para ella representaba su única razón de existir; padecía y experimentaba además un sentimiento nuevo y desconocido hasta entonces, que se apoderaba de todo su ser. Sentía como si todo empezara a bifurcarse en su corazón, como suele ocurrir con los ojos cansados que ven los objetos dobles. No sabía qué deseaba ni qué es lo que temía. Deseaba y temía a la vez lo que pasó o lo que iba a pasar; qué fue exactamente lo que deseaba, no lo sabía definir.
ESTÁS LEYENDO
Ana Karenina (Vol. 1)
Historical FictionAna Karenina es la historia de una pasión. La protagonista, que da nombre a la obra, es un personaje inquietante y fascinador por la intensidad de su vida. Tolstoi, buen psicólogo y conocedor del mundo que le rodea, abre la intimidad de Ana y traza...