Capítulo 42.

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MI ESTÚPIDO HERMANASTRO.

CAPÍTULO 42.

NARRA ÁLEX...

Estaba saliendo del garaje cuando escuché unos gritos desgarradores de Paola, sentí escalofríos, salí corriendo al tiempo que mi Papá y Estefanía.

—¿Dios qué pasa, hija? —preguntó Estefanía.

—¿Qué pasó? —inquirió papá.

Paola estaba de rodillas en el suelo al lado de una caja de regalo, estaba gritando,  podía ver su angustia y el pánico en sus ojos, sin pensarlo corrí y la abracé.

—¿Qué pasa? —susurré.

Hundió su cabeza en mi pecho, no podía hablar, estaba helada y su cuerpo temblaba, miré el contenido de la caja, rayos, maldición, eso no podía ser real, sin pensarlo la tomé en brazos y la cargué, su pequeño cuerpo   se desvaneció en mis brazos. La expresión de angustia en los rostros de nuestros padres era evidente, la impresión fue demasiado fuerte.

—Maldición esto no puede ser —exclamé.

Ellos se acercaron a la caja, una expresión de terror se dibujó en el rostro de Estefanía, papá la abrazó, ¿quién pudo hacer algo tan ruin y cruel? En esa caja estaba la gata de Paola decapitada, sentí tanta ira, impotencia, pobre de mí princesa, la puse en el mueble, Estefanía buscó alcohol y empezó a ponerle cerca a  la nariz.

—No entiendo porque alguien hace algo así — comentó mi papá.

Paola exhaló, abrió los ojos de golpe, se quedó con la mirada perdida, estaba en shock, no reaccionaba.

—¿Y si le hablamos al doctor? —preguntó Estefanía.

—La impresión fue demasiado fuerte —me incliné y la tomé de las manos—,¿nena estás bien? Dime algo.

Estefanía y Rodrigo cruzaron miradas, tal vez por mi actitud, pero no podía disimular, cómo ocultar el amor que le tienes a alguien y la preocupación. Una tras otra salían sus lágrimas, cuando salió del trance  gritó.

— ¡Aaaaah! ¡Aaaaah!

Entrelazó su cabello en medio de sus dedos, su cuerpo se movía de una manera extraña, la abracé tratando de calmarla, sentí impotencia al verla así.

—¡El que lo hizo lo pagará, lo juro! —exclamé

—¿Quién pudo hacer algo tan feo? Eso no tiene perdón de Dios — intervinó Estefanía.

—¿Álex hay algo que debamos saber? — preguntó mi padre.

—¿Qué quieres decir? —inquirí.

Será que mi papá sospechaba algo. 

—Quién pudo ensañarse así con mi niña —susurró Estefania.

Tenía una idea de quién pudo hacerlo, juro que si él lo hizo lo tendría que pagar.  Estefanía le preparó un té para que se calmara, ella solo lloraba.

—Mi gata, no, por qué, rayos — Se aferró a mi cuello.

La abracé.

—Fu-fue él, estoy segura —susurró.

—Shhh, esto no se queda así —acaricié su espalda.

Se quedó en silencio, al parecer estaba más calmada, lo malo fue que ese día  no pudimos hablar con nuestros padres por todo lo que pasó.

—¿Hija, estás bien? —indagó Estefanía.

—Esto no puede ser real, qué culpa tenía mi pobre gata.

©MI ESTÚPIDO HERMANASTRO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora