Capítulo 60

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MI ESTÚPIDO HERMANASTRO.

CAPÍTULO 60.

Solo quería que eso no fuera a empañar la felicidad de nuestras vacaciones. Estaba sumida en mis pensamientos cuando escuché una voz en mi cuello y me sobresalté.

—Ahora resulta que los chicos son los que se están felices de compras —Katia soltó una risita—, ¿qué pasa?

—¿Escuchas el alboroto? —inquirí.

Llegó la policía.

—Deja de ser chismosa Paola — Sonrió.

Me miró y su sonrisa se borró al ver la expresión de mi rostro.

—¡Angélica está aquí! —solté.

—¿Estás segura? —Abrió los ojos como platos. 

—¡Totalmente!

—¡Rayos!  Esto no puede ser…

Justo en ese momento nos interrumpieron los chicos que llevaban una sonrisa que se borró al ver la expresión de nuestros rostros.

—Chicas, ¿dónde  estaban? — preguntó Mateo.

—¿Qué pasa? —preguntó Álex.

Álex me miró  a los ojos e inmediatamente supo que algo pasaba. Katia y yo cruzamos miradas.

—No sé cómo decírtelo —susurré.

—¿Es una broma verdad? —Arqueó una ceja y preguntó 

—¡Ojalá fuese una maldita broma! —inhalé.

—Sin rodeos, solo dilo —Frunció el ceño.

—Angélica está aquí —escupí.

La expresión de su rostro se transformó, su mirada se oscureció, había demasiado resentimiento en ella. Puse mis manos sobre sus puños cerrados, podía sentir la fuerza que ejercía hasta el punto de que sus nudillos se pusieron blancos.

—Esto tiene que ser una maldita pesadilla, tantos lugares en el planeta y justo coincidir aquí — comentó Mateo.

—Esto no es real —susurró Álex desconcertado.

—Vámonos, luego regresamos, dejemos todo lo que escogimos —propuse.

Lo tomé de la mano, él se quedó en silencio y con esa mirada fría dijo:

—Tienes razón, tenemos que enfrentar la realidad de las cosas, al parecer llegó la hora.

Cruzamos miradas. ¿Qué tan preparado estaba Álex para enfrentar a la mujer que tanto daño le causó? Lo tomé de la mano con fuerza, nos acercamos al punto de pago para cancelar lo comprado.

El escándalo era evidente, al parecer la señora tenía cuotas sin pagar de ropa que sacó a crédito, la deuda era bastante grande, las tarjetas tampoco le pasaban y  si no pagaba la iban arrestar.

Angélica levantó la mirada y al ver a Álex se puso pálida, se aferró con fuerza al mostrador para no caerse. Tal vez pensó que él había muerto, lo miró aterrada, sus ojos se querían salir de su lugar. Álex sacó la tarjeta  débito  y pagó ignorando por completo todo lo que sucedía alrededor.

—¡Hijo! —Angélica titubeó.

Podía sentir su molestia, inhaló tratando de ignorarla. Angélica miró al dueño de la tienda.

»Espere señor, mire él es mi hijo —señaló a Álex—,  él puede pagar todo.

Eso era el colmo del descaro. Inhalé tratando de contenerme.

©MI ESTÚPIDO HERMANASTRO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora