Capítulo 31.

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MI ESTÚPIDO HERMANASTRO.

Capítulo 31.

Abrí los ojos, la primera imagen fue la de su rostro y su cabello desorganizado, aún dormía. Me le tiré encima, se sobresaltó, le di un beso fugaz.

—Buenos días dormilón.

—¿Quieres matarme? —Parpadeó tratando de despertar, solté una carcajada, arqueó una ceja—,¿de qué te ríes?

—¡Recordé algo! —Me tomó de las caderas y me besó.

—¿Qué recordaste? —Preguntó. 

—Como la boca castiga.

—¿Por qué lo dices? —Me miró confundido.

 

— ¿Recuerdas el día que acampamos?  Tú me dijiste que hasta para dormir era insoportable, que pobre del hombre que le tocara dormir conmigo.

—¡Lo recuerdo! — sonrió—,ese hombre resulta ser yo. Nena en todo lo que un día dijimos la lengua nos castigó, sabes una cosa, no es tan malo dormir contigo insoportable.

Me dio otro beso, sonreí mientras me ponía la bata.

»Lo mejor de todo es esa manera de despertarme.

Me devolví y dejé otro beso en sus labios.

— Feliz de despertar todos los días así, nos vemos ahora para irnos al colegio.

—¿Y si nos bañamos juntos? —me tomó de la cintura y me cargó, yo enrollé mis piernas en su cuerpo—,ahorramos agua.

—No creo que sea buena idea —deslice mi nariz sobre la suya—,nos tardaremos aún más, llegaremos tarde otra vez.

— Ok, tú te lo pierdes.

Me dejó en el suelo, se desnudó y caminó hacía el baño.

—¿Por qué eres así? No es justo —hice un puchero.

Soltó una risita, salí de su cuarto antes que decidiera entrar al baño con él. Me organicé, esa vez me puse una blusa roja, jeans blancos, solté mi cabello y maquillé  mis labios rojo pasión. Nos encontramos en el pasillo, él estaba tan guapo como siempre, traía una sudadera negra, una camiseta blanca ajustada, tenis y gorra del mismo color, lo hacían ver tan sexy, me quedé mirándolo fijamente mientras mordía mi labio inferior.

—¿Por qué eres tan guapo? —pregunté.

Arqueó una ceja, se acercó a mí.

—Porque tengo una belleza como tú a mi lado. Estás guapísima, si no es porque tenemos clases te tomó en mis brazos y te meto a tu habitación —Sonrió malvadamente.

—Lo mismo pienso, esa ropa te queda divina, pero se vería mejor en el piso de mi cuarto.

Sonreí, me dió un pequeño beso y bajamos al comedor, Rosa nos tenía el desayuno listo, tratamos de ignorarnos como siempre lo hacíamos, pero que difícil era cuando los ojos no podían mentir, Rosa nos observaba, podía decir algo maliciosa, ¿sospecharía?  Continuamos con el desayuno, ella se retiró a la cocina y nosotros  soltamos una carcajada.

—Tienes que disimular, no puedes mirarme así —Me guiñó un ojo y sonrió.

Le lancé un pedazo de pan.

—No soy la única que tiene que disimular.

—Tienes toda la razón, lo mejor será mirarte como antes —Arqueó una ceja, yo hice un puchero.

—No, eso no, esa mirada fría como la nieve, me congelarías, me matarías.

—Sería imposible mirarte así — Sonrió y murmuró. 

©MI ESTÚPIDO HERMANASTRO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora