Capítulo 27.

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MI ESTÚPIDO HERMANASTRO.

Capítulo 27.

Me detuve y me dejé caer en el césped,  me quedé tumbada   con la mirada fija al cielo, perdida en un mundo que no era el mío, era una sensación que no podía explicar, me sentía  libre. Ahí  me quedé unas  horas y  Álex se quedó sentado a mi lado observándome en total silencio. Ya empezaba a pasarme el efecto, regresaba a la cruda realidad, me levanté de golpe, ya estaba muy oscuro, sentí que me tomaron del brazo.

—¿A dónde vas? —me miró ceñudo.

—Donde sea — me solté —,quiero ser feliz por una vez en mi maldita vida, es mucho pedir.

Una lágrima rodó por mi mejilla.

—¿Por qué lo hiciste? —me reclamó—. Este no es el camino.

—¿Entonces cuál es? —Solté una carcajada—, solo quiero olvidarme de todo, todos  los hombres son una basura.

—¿Eso es lo qué piensas tú? — arqueó una ceja

—Es la realidad, todos mienten.

Sentí tanta tristeza que de un momento a otro terminé llorando, se me aflojó la lengua, al fin estaba con algunos efectos de la droga, por eso decía lo que pensaba.

»Mi papá me negó y él era mi héroe y tú te besas con otra delante de mí —lo miré a los ojos—,te digo algo, eso me dolió. ¿Y sabes por qué?

Abrió sus ojos con sorpresa, seguí caminando y murmuré.

:—Olvídalo.

Se quedó inmóvil, crucé la calle y caminé hasta un bar, entré y pedí una botella.

—Olvídelo, no le de nada —escuché tras de mí. 

—¡¿Quien te crees estúpido?! —grité furiosa.

—Yo si quiero saber el porqué, nos vamos ya —me miró.

—¡No me da la gana! —grité.

Sin darme tiempo de nada me alzó por encima del hombro sacándome del lugar, grité, pataleé, pero él era más fuerte que yo, regresamos al parque  me bajó y lo empujé.

—¡Que me dejes sola, no te quiero ver, déjame!

—¡No lo haré, quiero escuchar lo que tenías para decir? —me miró—, ¡no andas pues   muy sincera, entonces habla!

Lo miré a los ojos, él no alejaba su mirada.

»¿Por qué te dolió? —Preguntó.

—¡Porque soy tan estúpida que le entregué mi alma al diablo, te odio! —exclamé.

Le daba pequeños golpes en el pecho, él me tomó de las manos halándome fuerte contra él, primero traté de alejarlo, pero  luego lo abracé con todas mis fuerzas, porque solo él me daba tranquilidad en ese momento donde todo a mi alrededor se derrumbaba. Acarició mi cabello y murmuró.

—¿Segura que me odias? Porque yo no sé hasta qué punto te odio.

Me quedé en silencio, nunca esperé esa respuesta.

»No llores mi mocosa, prefiero verte haciendo berrinches, siendo grosera, engreída, que ver tus hermosos ojos tristes.

Deslicé mi nariz sobre la suya, murmuré cerca de sus labios.

—Cómo arrancarme este dolor que me consume, siento que me muero.

—Entiendo lo que sientes, pero esta no es la solución.

©MI ESTÚPIDO HERMANASTRO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora