Capítulo 24.

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MI ESTÚPIDO HERMANASTRO.

Capítulo 24.

Me podía quedar horas enteras mirando sus ojos, esa sonrisa que dejaba escapar se le veía tan divina, dejó un pequeño beso en mi nariz, me habló suavemente, sentí su aliento caliente en mis labios.

—¿Nos damos un baño? —inquirió.

Sonreí dejando un dulce beso en la comisura de sus labios. Se levantó, lo seguí con la mirada, se detuvo en la entrada, arqueó una ceja.

»¿Vienes o tampoco puedes levantarte? —Sonrió.

—Pensándolo bien, me gustaría que me ayudaras.

—Eres una flojita.

Caminó hasta mí, me tomó en sus brazos, me aferré a su cuello, entramos juntos a la ducha, fue un momento tan único y especial, nos duchamos juntos en total silencio, los ojos hablaban por nosotros. Acarició y acaricié su cuerpo desnudo con tanta delicadeza, luego salió del baño envolvió una toalla en su cintura, yo hice lo mismo. Se posicionó  tras de mí con una toalla en la mano secando mi cabello, lo hacía tan dulcemente que parecía mentiras, sentí su nariz deslizarse por mi cabello inhalando mi aroma, murmuró.

—Me encanta tu cabello, tu aroma.

Me giré quedando frente a él sin dejar de mirarlo, tenía que preguntar y lo hice, aunque tenía miedo a su respuesta.

—¿Sólo eso te gusta?

Respiró, caminó frotándose el cabello, sentí nervios, se giró al tiempo que me miró profundamente, mantuve  la mirada fija en sus ojos aunque sentía que mi corazón se saldría, era consciente de que teníamos que tocar ese tema, tal vez era el momento. Recargó su cabeza en la pared y soltó con gran seguridad.

—Paola tú eres tan hermosa, toda tú, todo de ti me gusta, pero todo es tan difícil.

—¿Por qué es difícil? —Caminé y me senté en el borde de la cama.

—Por todo.

Se acostó a mi lado, me dejé caer a su lado quedando  frente a él. Acarició mi rostro quitando un mechón de cabello llevándolo tras  mi oreja.

»Porque le acabo de entregar mi alma al mismo diablo — fruncí el ceño, sonrió.

:—¡Mi mocosa!

Sonaba tan lindo cuando decía que era suya.

—Lo mismo digo yo, me entregué al mismo demonio, a un gruñón engreído.

—¿Te parezco gruñón? —Arqueó una  ceja.

 
—Un poquito.

—Igual que tú, engreída, insoportable.

Hice un gesto en señal de puchero, él me dio un pequeño beso en la frente.

»Pero hermosa.

—Igual que tú, gruñón y todo, pero guapísimo y más cuando sonríes, me encanta cuando lo haces.

—Tú me haces sonreír.

Giró su cabeza dejando la mirada fija en el techo.

»No me preguntes porque — respiró—, ¿en qué momento todo se complicó tanto  y terminamos tan involucrados?

—No lo sé, tan poco puedo entenderlo, entonces no pensemos en eso.

—Pues sí, tienes toda la razón, es mejor no tratar de entender para no terminar locos.

Sus palabras me dejaron fría, al parecer para él no era más que noches de sexo, cómo pude pesar que había algo más fuerte, pero yo estaba  perdida porque al parecer involucre mi corazón, me quedé en silencio.

©MI ESTÚPIDO HERMANASTRO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora