Capítulo 50.

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MI ESTÚPIDO HERMANASTRO.

CAPÍTULO 50...

Trataba de abrir los ojos, pero los sentía demasiado pesados, en el lugar donde estaba todo era oscuridad, escuché algunas voces que no lograba reconocer, gritos, cosas que decían, pero nada era claro. Empecé a sentir  como si me movieran de un lugar a otro mientras toda mi vida pasaba en  imágenes rápidas.

—¡Está perdiendo mucha sangre! —exclamaron.  

—Abran el quirófano —alguien ordenó.

Traté de pelear contra las náuseas y el dolor, trataba de moverme y gritar, pero nada en mi respondía, mi cuerpo no me respondía, ni mis sentidos, nada, todo era oscuridad, tristeza y dolor. Lo peor, yo no quería salir de ese lugar, solo quería permanecer ahí para no sentir. Al día siguiente solo había más dolor en mi cabeza, mi pecho, mi alma, un dolor en la parte baja del vientre que me hacía quejar, solo sentía dolor y dolor. Seguía  en una oscuridad espesa. Sollocé.

—¿Dónde estoy? 

Aunque lo intenté, no podía abrir mis ojos, las voces poco a poco se iban  aclarando. 

—Es normal debido al nivel de estrés que está manejando, no pudimos hacer nada, lo siento mucho. 

—¿Se pondrá bien? —preguntó mamá.

—Sus signos vitales están estables, es cuestión de mucho reposo, esto no será fácil, ¿sabe si estaba enterada? 

—No lo sé. ¡Katia! 

—No lo sabía —respondió Katia—,pero esto será peor para ella.

Seguía inconsciente tratando de hablar, pero no podía, solo escuchaba esas cosas extrañas que decían, yo no lograba entender, el dolor tan grande que sentía no me dejaba mover. 

—¿Pero por qué no reacciona?  

—No se preocupe, todo está bien, despertará cuando esté lista. Es ella quien trata de evadir la realidad, solo dele un poco de tiempo, son demasiadas cosas en tan solo 24 horas.

Traté de mover mi mano hacía mi vientre porque me dolía, pero nada se movía, nada respondía, traté de relajarme, pero la conciencia clamaba una vez más, me recordaba; todo es pesado y doloroso. Intenté una vez más, mis miembros, cabeza, párpados, nada respondía, mis ojos y mi boca estaban cerrados, no querían abrirse. Toda esa oscuridad empezaba a desaparecer, mi mente era inestable, los sonidos se convirtieron en voces.

—Paola tienes que luchar, todos necesitamos de ti —escuché la voz de mi madre.

La oscuridad desapareció, pero no tenía sentido del tiempo, sentí un apretón en mi mano, abrí los ojos de golpe, estaba en la habitación de un hospital. Miré a mi alrededor y vi a Katia y a mi madre, levanté mi mano y noté la intravenosa pegada en ella. Cerré los ojos rápidamente, giré mi cabeza, abrí los ojos de nuevo, la realidad regresó a mí, grité. 

—¡Álex! ¿Dónde está? 

—Paola gracias al cielo — Katia respiró aliviada. 

—Hija, gracias a Dios. 

Traté de sentarme, pero un fuerte dolor en el vientre no me dejó.

—¡Agh! 

—No te levantes, hija tranquila. 

—¿Dime que solo fue un mal sueño? —La tomé de la mano, bajó la mirada, cerré los ojos, las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas.  

©MI ESTÚPIDO HERMANASTRO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora