Capítulo 4

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MI ESTÚPIDO HERMANASTRO.

Capítulo 4.

Seguimos caminando, el calor era infernal, me quité el suéter quedando en un crop top blanco. Recogí mi cabello en un moño alto, Álex se quitó su camiseta, seguimos caminando, él  sacó su botella de agua y le daba sorbos dejando escurrir unas gotas de agua por su pecho, mis ojos se fijaron en cada gota que escurría por su cuerpo marcado, cada cuadrito de su abdomen, pero qué rayos me pasaba, por qué estaba  mirando al tonto ese, extendió su mano ofreciéndome agua.  

—¿Toma? —Lo miré incrédula, le dio otro sorbo y me la entregó de nuevo—,toma no te voy a envenenar, solo no quiero que tomes de tu estúpido jugo, o peor te deshidrates y tenga que cargarte, puedes estar tranquila tampoco te haría algo  para aprovecharme de ti, no eres de mi gusto. 

Me tragué el orgullo porque tenía mucha sed, le di tres sorbos, el agua estaba deliciosa, sentía como refrescaba mi garganta, como algo involuntario mordí mis labio inferior, él me estaba mirando o eso creía, tal vez solo era el fuerte calor que me hacía ver cosas que no eran.

—Gracias —murmuré.

Seguimos tomando nota de todo, él se burlaba de mí, yo de él, me hacía bromas yo a él, terminaba enojado, o yo enojada, siempre terminabamos discutiendo porque era imposible estar tanto tiempo juntos en un mismo lugar sin discutir por todo, eso era una pesadilla y apenas empezaba.

Él caminaba delante de mí, cuando de pronto sentí un fuerte tirón en el músculo de la pierna derecha, el dolor era tan grande que perdí el equilibrio y caí al piso, sostenía mi rodilla porque no podía estirarla, un grito se escapó de mis labios.

—¡Aaaaaah!

Él me miró incrédulo, puso los ojos en blanco.

—¿Ahora por qué chillas? —preguntó molesto.

Dos lágrimas rodaron por mis mejillas, el dolor era muy fuerte, creía que era un calambre.

»¡Seguro te pico un bicho, no seas llorona! —Escupió. 

—¡Aaaaaah! ¡Aaaaaah! En verdad me duele mucho —susurré.

Se acercó y se hincó de rodillas.

—Déjame ver, seguro te dio un calambre por falta de estiramiento de los músculos —respondió. 

—Me duele, no puedo estirar la pierna.

Sin darme tiempo de nada tomo mi pierna y la estiro de un solo jalón, un grito se escapó de mi boca acompañado de dos lágrimas, subió mi sudadera, era tan extraño, cuando sentí sus manos acariciando mi pierna fue como si me hubiera pegado a un cable de luz, sentí un choque de electricidad en todo el cuerpo, o solo sería producto del dolor que sentí. Empezó a estirar y doblar mi pierna, mientras con su mano hacía una ligera presión en el músculo. 

—¡Suave que me duele! —chillé. 

—No seas floja. Lo que pensé, tienes un calambre, seguro por la caminata tan larga y no estás acostumbrada, siempre hay que hacer estiramientos antes de hacer deporte.

Buscó entre sus cosas y luego  sacó una crema de su bolso, empezó a esparcirla  por mi pierna, se sentía una rica sensación, era un gel frío, poco a poco el dolor disminuyó.

»Esto te servirá, yo lo utilizo cuando me dan calabrés —Comentó. 

Él tonto ese era amante  al ejercicio, por eso conocía perfectamente del tema, por eso tenía su cuerpo tan marcado. Esas  eran  las cosas que me confundían, sus actitudes, o tal vez  solo lo hacía por la nota. Siguió masajeando mi músculo, eso me sirvió mucho.

©MI ESTÚPIDO HERMANASTRO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora