Capítulo 37.

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MI ESTÚPIDO HERMANASTRO.

CAPÍTULO 37.

NARRA ÁLEX...

Sentí el mundo caerse a mis pies, tenía que viajar a reconocer dos posibles cuerpos que podrían ser  nuestros padres, maldecí mi vida,  me dolía respirar, jamás imaginé que después del viaje que hicieron con tanta ilusión la próxima vez que los vería sería en una morgue.

Lo que más me mataba era ver destrozada a mi mocosa, sus gritos eran desgarradores, sentía   impotencia al no poder evitar su dolor. No sabía de qué manera consolarla, no era fácil saber que la única familia que tenías desapareció, ahora estábamos solos. La abracé, era la única manera de darle fuerzas, solo a su lado el dolor era más llevadero.

—Esto es una mierda, nuestras vidas están marcadas por las desgracias, ¿acaso no podemos ser felices? ¡qué estamos pagando!, esto no es justo, no puedo más.

Le faltaba el aire, no podía dejar de llorar, sentí que poco a poco se desvaneció en mis manos, no se imaginan el pánico que sentí, estaba fría y tan pálida, acaricié sus mejillas dándole pequeños roses.

—¡Paola, responde! 

Pero no respondía, sentí que la sangre se me heló, la tomé en brazos, llamé a Rosa. Ella subió corriendo, yo estaba en shock, no sabía qué hacer. Rosa tomó el teléfono y llamó al doctor, salí del trance cuando Rosa me tocó.

—Joven Álex, ¿está bien? Dígame algo, no me asuste.

—Paola no reacciona — no podía dejar de mirarla, seguía inconsciente.

—Pobre de la niña Paola, esto es demasiado difícil, incluso para ti joven Álex.

Caminé hasta el borde de la cama, me incliné, tomé su mano y la besé, cerré los ojos, dos lágrimas se escaparon sin permiso. No quería que le pasara nada, ella era mi todo, sin ella todo esto no tendría sentido, me sentía perdido, mi única luz era ella, tratamos de ser fuertes, pero esto nos estaba quedando grande, sentí un ligero apretón en mi mano, juro que me regresó el alma al cuerpo.

—¡Nena háblame!

Abrió sus hermosos ojos que carecían de brillo, una lágrima se escapó de ellos, apretó mi mano y murmuró.

—¿Dime que solo fue una pesadilla?

Sentí un nudo en la garganta, odiaba sentirme débil, bajé la mirada, giró su cabeza  y unas lágrimas empezaron a rodar por su mejillas, unas tras otra, hundí mi cabeza en su pecho tratando de retomar fuerzas para continuar. Rosa me avisó que el doctor había llegado, lo hicimos pasar, le conté todo lo que pasó, la revisó y le puso un calmante.

—¿Dígame cómo está Paola? —inquirí preocupado.

—Su hermana solo sufrió una descompensación, tengo entendido que está bajo mucha presión, debido a la ansiedad y el estrés  que está manejando en los últimos días, no ha tenido una buena alimentación por eso el desmayó. Su cuerpo se está debilitando, debe mejorar su alimentación si no quiere terminar anémica, con el calmante que le puse dormirá un buen rato, le receté algunas vitaminas, cualquier cosa me avisas.

—Gracias Doctor.

Esto era más difícil de lo que yo podía manejar, en este momento solo quería desaparecer y no sentir, me tumbé a su lado, acaricié su cabello, no quería que le pasara nada, no imaginaba mi vida sin esa insoportable hermosa. Se  veía tan tranquila y hermosa cuando dormía, solo esperaba poder salir de esa situación.

Me levanté y dejé un beso en sus labios. Tomé  el celular y le marqué a Katia, le conté  lo que pasó, en 15 minutos ya había llegado, le pedí que se quedara con ella y cualquier cosa me avisara.  Tenía que salir, era hora de ponerle frente a la realidad, para que  evitar algo que sabes que tarde o temprano te tocará.

©MI ESTÚPIDO HERMANASTRO.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora