Capítulo 3

261 155 614
                                    

"¿Por qué es tan difícil, Sav?"

"Te necesito aquí"

"Necesito que vuelvas Sav, fui un imbécil y me culparé el resto de mi vida por ello" Habló la voz. Parecía lejana y lenta.

"Sav, amor, necesito que despiertes, necesito que seas feliz aunque no sea conmigo"

"Por favor, palmerita"

Desperté sobresaltada, sudada y como si hubiese corrido un maratón. Coloqué mis manos en mi frente, y estaba volando de fiebre. Bajé mis manos a mis mejillas estaban húmedas, había llorado. Fue un sueño, un sueño totalmente negro pero con una voz grave de fondo, una voz muy linda pero muy dolida.

Llamé a mamá a gritos, no quería asustarla pero me sentía mal y estaba a punto de desmayarme. Ella entró por la puerta rápidamente y con una expresión más preocupada de lo normal.

—Solo fue un mal sueño —le avisé con la voz entrecortada y ella asintió acercándose a mí para poder tocar mi frente.

—Estas hirviendo en fiebre —dijo y salió corriendo por la puerta para después volver con una caja blanca. Me entregó una pastilla, y me colocó un paño frio en mi frente. Después de hora y media volví a dormir.

La luz entraba por mí ventana provocando que despertara. Voces hablaban en la planta baja pero no lograba entender que decían, lo único que escuché fue que alguien se mudaría. Grandes gotas comenzaron a caer azotándose en la ventana, miré mi reloj percatándome que había dormido demasiado ya que eran las tres de la tarde. El desayuno estaba puesto en la mesita de noche, así que me estiré y tomé la charola con yogurt y granola. Estaba delicioso y prácticamente lo devoré al igual que la jarra de jugo de naranja. Todas las mañanas despertaba con una sed impresionante, tanto que podía tomarme dos botellas de agua de un tirón.

La puerta se abrió dejando ver a mi mamá.

— ¿Puedo salir? Necesito un poco de aire, ya sabes —le comenté dejando la charola de nuevo en la mesita de noche.

—Sav, está lloviendo y puedes perderte.

—Por favor, no iré muy lejos, sólo necesito aire.

Mi mamá asintió dándose por vencida después de haberle estado suplicando, marchó sin antes advertirme que me llevara el celular por alguna emergencia. Tomé el teléfono que estaba junto el papel y marqué el número de Adam, pero momentos después colgué. Quería ir yo sola y necesitaba tiempo para mí. Así que caminé lentamente hacia el pequeño clóset y saqué una sudadera de color negro, me coloqué unos tenis y bajé por la escalera para finalmente poder salir.

La lluvia caía torrencialmente por todos lados. Las calles estaban desérticas haciendo de ese día perfecto para poder pensar. Caminé colina arriba, divisando todas las casas que se encontraban en aquella calle, el agua caiga por toda mi cara mojándome por completo, pero no me importó. Forcé a mi mente a recordar algo, cualquier cosa pero no sucedió. Mi vista se posó en un chico que estaba arriba de un puente, estaba llorando desconsoladamente y parecía muy triste.

Me quedé en mi lugar esperando a que bajara pero no, solo se quedó ahí. Sus manos se sujetaban fuerte al barandal de metal y observaba hacia abajo con nerviosismo. Respiró hondo y acercó ambos pies a la orilla de aquel puente.

Él chico tomó una gran bocanada de aire  y soltó el barandal. Yo estaba atrás de una casa observando todo con cierto miedo, ¿Qué demonios quería hacer? Se acercó nuevamente a la orilla del puente, ahora con decisión. La lluvia golpeaba con rudeza el cuerpo de aquel chico, cerró sus ojos intensamente al momento que respiraba agitado.

Perfecta Atracción ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora