Esos sueños, los cuales eran recuerdos, jamás terminaron. Al dormir siempre estaba recordando algo. Cada pequeña cosa.
Hasta mi accidente.
Fue algo borroso pero horrible. Estaba en un auto, manejaba, parecía emocionada por llegar. ¿Por qué estaba tan emocionada? ¿Qué era tan especial? Sabía que estaba por encontrarme con Alex, mi mamá y Dylan pero... ¿cuál era el punto de llegar?
De pronto estaba dando vueltas y vueltas dentro del auto. Y mi cabeza golpeó fuertemente la ventanilla hasta romperla. Había una sombra de alguien riendo. Las sirenas se escuchaban de fondo, paramédicos me gritaban que resistiera y que no me diera por vencía. Después todo se volvió negro.
Y desperté. Había despertado tan mal otra vez.
Pero eso pasó. Y eso no dejaba de darme vueltas en la cabeza desde que había "soñado" aquello.
Me coloqué una sudadera negra. Me quedaba un poco grande pero me gustaba así que me la dejé.
Esta vez iba a ir yo a la casa de Evan ya que alguien estaba muy emocionada de volverme a ver y esa era su hermanita. Me despedí de mi mamá y salí de casa a paso firme, esperando el taxi. Tenía demasiadas preguntas en mi cabeza que todavía no eran respondidas.
El taxi me dejó unas cuadras antes así que caminé por la cera muy entretenida con mi sudadera. Realmente parecía no ser mía pero era tan genial que no me importo. Paré en seco cuando pude divisar a dos personas besándose en la otra punta de la calle. No tenía idea si echarme a reír o a llorar de la emoción.
Parecían tan concentrados devorándose.
Tenía que admitirlo. Dylan y Meredith se veían tan bien juntos. Meredith se veía tan bien lejos de Evan y lejos de mí tratando de golpearme.
Luego negué con la cabeza divertida y me marché de una vez por todas a la casa de Evan.
Una vez que llegué. Evan me abrió la puerta, me saludó con un beso en los labios y me observó.
— ¿Qué? ¿Qué te pasa? ¿Por qué me ves así?
—Tienes mi sudadera —sonrió Evan. —Mierda, te queda tan bonita.
Bajé mi rostro y me miré a mí misma.
—Oh... es tuya. ¿Cuándo me la has dado? No recuer...
Me callé porque era obvio que no lo iba a recordar.
—Fue cuando estabas en coma, Sav —hizo una mueca y me tomó de la mano para conducirme a la sala.
—Sí, eso creí. Tiene... tiene tu olor —sonreí mirándola.
Una pequeña niña rubia bajo corriendo las escaleras, tenía una gran sonrisa en su rostro y venía con dos barbies en sus manos.
— ¡Sav! ¡Sav, regresaste! —chilló la pequeña. Al llegar a mí me abrazó con sus manos y me miró.
—Hola...—hablé tratando de recordar su nombre y le di un beso en su mejilla.
—Alice —me recordó Evan mirándome con una sonrisa tierna. Era igual que él, los mismos hoyuelos y el mismo cabello. Era preciosa.
La puerta fue abierta dejando a la vista a la que supuse era la mamá de Evan. Traía bolsas de compras y un pastel de chocolate en sus manos. Alzó su vista quedando a la par con la mía y sus ojos se llenaron de lágrimas al verme. Caminó hasta la mesa dejándolo todo ahí y caminó de nuevo hasta donde yo estaba.
—No sabes cuánto te extrañamos —sus brazos rodearon mi cuerpo y su perfume se impregno en mi nariz. En mi cabeza retumbo un nombre fuertemente haciendo que me separara de ella. Era muy guapa y tenía una sonrisa preciosa.
ESTÁS LEYENDO
Perfecta Atracción ©
RomanceSecuela de "Perfecta Destrucción" Si estás pensado en leer esta historia, es necesario que leas la primera parte para entenderle. Después de despertar de un largo coma, Savannah se enfrenta a una realidad desconcertante: no recuerda nada de lo que...