"Está bien".
Ese fue el único mensaje que había recibido por parte de Evan. Sabía que estaba molesto y no lo culpaba por eso, pero debía entender que tampoco era mi culpa.
Necesitaba hablar con él en persona para poder explicarle todo bien, sincerándome sobre todos los temas que había tocado mi mamá acerca de él. Y mostrándole que no lo iba a dejar por la oposición de mi mamá. Yo era la única dueña de mis sentimientos hacía él y nadie iba a arrebatármelos.
El médico vino a verme en el transcurso de la tarde y me diagnosticó un resfriado junto con una alergia, así que me recetó algunos medicamentos como tratamiento.
—Hola, Sav. Voy a salir un momento a la farmacia para comprar tus medicamentos —me dijo Charlie entrando a la habitación, era un agradable sujeto.
—No hace falta, Charlie, mejor voy yo. Necesito que me de aire un poco.
—Se te pueden bajar las defensas y no queremos eso. Si quieres vístete y vamos los dos.
—De verdad Charlie, no hace falta. Además, seguramente me pase por casa de Elena un rato para que me ponga al día sobre lo que han hecho hoy en la universidad.
—Sabes que tu mamá te ha castigado. No quiero que te regañe. ¿Por qué no la llamas por teléfono y que te lo pase?
—Porque no es lo mismo escucharlo que verlo. No quiero llevar ni un día de retraso. No me iré de fiesta, Charlie —reí y él también. —Solo iré a estudiar.
—Está bien, pero te llevo yo en el auto.
Al menos había conseguido que accediera a dejarme salir. Después de que me dejara en casa de mi amiga, iría a casa de Evan para hablar con él.
—Voy a darme una ducha caliente antes de irnos.
—No tardes si no te quieres quedar.
Me apuré lo más rápido que pude, tomé una sudadera junto con unos jeans negros y mis converse blancos. Bajé las escaleras y ahí estaba Charlie esperándome en el sillón. Él había ganado el sobrenombre de "papá" ya que siempre estaba al pendiente mi, se preocupaba y me consentía en todos los aspectos. Sabía que él no era como mi papá, pero lo quería como uno.
Charlie me dejó en la puerta de la casa de Elena, por lo que toqué el timbre rogando porque mi amiga estuviera en su casa.
—Hola, buenas tardes —sonreí al ver a la mamá de Elena abrir.
— ¡Hola! Has de ser amiga de Elena— Habló una señora bastante alta al igual que ella, era morena, ojos verdes, con cabello era rizado y negro. Era muy guapa y se notaba perfectamente que ella no era mamá de Meredith. — ¿Habías quedado con Elena?
—Buenas tardes señora Stone. No, no había quedado con ella, pero me preguntaba si se encontraba en casa para que me pasara unos apuntes.
—Lo siento cariño, pero ha salido con su novio y no sé a qué hora volverá.
El día no me podía ir peor. Si Charlie veía que no entraba a casa de Elena, mi plan se iría a la basura. Me giré para ver si se seguía estacionado pero ya no estaba. Suspiré tranquila porque ya no había riesgo.
—No se preocupe, mañana se los pido en clase. Muchas gracias.
Esperé en la parada del autobús que se encontraba frente a la casa de Elena. Pasaban para todos lados menos el que me dejaba cerca de la casa de Evan.
—Mala suerte para tomar el autobús, ¿eh? —me giré para ver quién me había hablado, encontrándome con ahora una pelirroja Meredith.
«No me jodas»
— ¿Qué haces aquí? No estabas en Nueva...
—Nueva York —asintió ella con una risa. —No me tengas miedo, Sav —mordió su labio al ver cómo me alejaba de ella. — Volví porque ya no había nada que hacer allá. Dylan quiso volver y aquí estoy de nuevo.
—Me alegro —mentí. El autobús que iba a casa de Evan se detuvo en la parada y la gente empezó a subir. —Lo siento, Meredith, debo irme. Pero fue un gusto encontrarte.
Meredith revisó hacía donde se dirigía el autobús y susurro un: por supuesto.
—Salúdame a Evan de mi parte —sonrió para atravesarse a su casa y entrar. Subí al autobús con los nervios a flor de piel por haber visto a Meredith nuevamente. Apostaba que su nuevo cambio de imagen era para que la policía no la notara.
Tomé aire antes de tocar el timbre de la casa de Evan. Su mamá abrió la puerta y me saludó con un abrazo.
—Está en la sala —se hizo a un lado para que pudiera pasar y la pequeña Alice corrió hacía mi para abrazarme.
— ¡Te he extrañado mucho! debes venir a jugar conmigo —hizo un puchero y yo reí.
—Te prometo que en estos días vendré —le di un beso y caminé con ella hasta la sala. Evan estaba viendo la televisión pero volteó su vista hacia mí y su rostro cambió por completo al verme. Me regaló su bonita sonrisa, dándome vida. Me sostuvo entre sus delgados brazos, apretándome fuertemente y aunque pareciera que me iba a romper, en verdad me estaba arreglando.
—Hola, palmerita — me era imposible tener frío cuando estaba entre sus brazos. — ¿Por qué has venido hasta aquí? Podrías ponerte peor.
—Necesitaba hablar contigo sobre todo lo que ha pasado esta mañana.
—Siéntate y hablemos —me senté junto a él con mis piernas cruzadas y suspiré.
—En primer lugar, siento mucho todo lo que ha dicho mi mamá esta mañana. Es verdad que había hablado cosas con ellas sobre ti, pero fue cuando me dejaste por Zoe.
—Fui un completo idiota en aquel momento —Evan me tomó de las piernas y me atrajo a él, haciendo que mis piernas quedaran a ambos lados de su cuerpo.
—No sé por qué se pone así cuando antes te amaba. Ya le he dicho todo pero aun así.
—Entiendo a tu mamá. Yo no soy bueno para ti. Solo te rompo el corazón cada vez que puedo, y eso me lo lamentaré siempre.
—En eso te equivocas. Tú me das todo lo que necesito para ser feliz. Cuando te conocí, transformaste todo mi mundo para darle razón a mi existencia. Porque cuando me besaste por primera vez, supe que eras la persona que había estado esperando toda mi vida. Y no pienso dejar que nada ni nadie cambie eso.
— ¿Cómo puedes volverme tan loco? —atrapó mis labios para darles el dulce sabor que encendía en lo más profundo de mí.
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Perfecta Atracción ©
RomanceSecuela de "Perfecta Destrucción" Si estás pensado en leer esta historia, es necesario que leas la primera parte para entenderle. Después de despertar de un largo coma, Savannah se enfrenta a una realidad desconcertante: no recuerda nada de lo que...