Nos encontrábamos ahora en su habitación ya que la pequeña Alice quería ver Plaza Sésamo y no podía porque estábamos nosotros.
No me había dado cuenta que Evan vestía su típica chaqueta negra, dándome a entender que probablemente iba a salir de casa antes de que yo llegara, así que detuve nuestros besos.
— ¿Tenías pensado salir? —asintió. —Está bien Evie, nos vemos mañana entonces —dejé un beso sobre su frente levantándome de su cama, pero su mano tiró de mi brazo hacia su cuerpo. Quedando sentada sobre sus piernas.
—No te vayas. Puedo salir más tarde, no te preocupes.
Acerqué mi boca hasta su cuello para morderlo, provocando que Evan soltara un gruñido y me susurrara que no lo hiciera. En un hábil movimiento me tumbó sobre su cama, quedando encima de mí. Mis labios pedían a gritos más besos de él.
Evan pasó su mano por debajo de mi sudadera haciendo que toda mi piel se erizara al sentir su tacto. Sentí como recorría todo mi pecho, masajeando con suavidad y haciendo que me estremeciera.
—Si no me detengo ahora, voy a hacértelo aquí mismo y no me va a importar que mi mamá nos escuche — gruñó sobre mis labios mientras atrapaba mi labio inferior entre sus dientes mordiendo sutilmente.
—No, gracias —hablé riendo. Evan me sonrió y dejó un beso en mi frente.
— ¿Sabes? Hoy es el cumpleaños de mi padre e iba a ir al cementerio para visitarlo y me encantaría que te vinieras —mi corazón se detuvo por un momento al escuchar aquello.
—Por supuesto.
Al salir de la calle estaba lloviendo, por lo que Evan se deshizo de su chaqueta para ponerla sobre mi cabeza y evitar que me mojara.
La primera parada que hicimos fue en una florería, en la que Evan compró unas preciosas gardenias blancas para su padre. Después llegamos al cementerio y agradecí que hubiera parado de llover.
Tomé la mano de Evan cuando bajamos del auto y sentí en ella unos leves temblores debido a su nerviosismo. Acaricié su mano delicadamente para que supiera que yo estaba allí con él.
Estuvimos caminando hasta el fondo el cementerio, donde Evan se detuvo delante de una tumba. Pude leer el nombre de Jack Smith escrito en la lápida. Me quedé detrás de Evan para poder darle espacio y que estuviera a solas con su padre.
Me quedé observando su figura hasta que se escucharon unos pequeños sollozos. Me acerqué a Evan para acariciar su espalda y que se sintiera mejor. Pude ver como sus lágrimas bajaban desconsoladamente por sus mejillas. Me partía el corazón verlo en ese estado.
— ¿Por qué ese maldito tuvo que matarlo? —la voz quebrada de Evan apenas era audible.
Me puse delante de él para abrazarlo con todas mis fuerzas. Sentí cómo algunas lágrimas que había estado aguantando, comenzaban a caer.
Nos separamos para poder observarnos y nos limpiamos las lágrimas. Él era muy fuerte.
—Gracias por venir conmigo —sonreí y él tomó mi mano para regresar al coche. — ¿Te llevo a casa o te apetece que vayamos a algún lado?
—Quiero averiguar si sigo siendo buena en una cosa, pero primero debo tomarme mis medicamentos, si no mi mamá se puede enojar.
—De acuerdo palmerita, ¿por cierto, cómo has logrado convencer a tu mamá para venir a mi casa?
—No la he convencido, engañé a Charlie diciendo que iría a casa de Elena —mordí mi labio pensando en que tal vez no debí haber dicho eso, no quería causarle problemas a Charlie. —Así que siéntete importante porque eso no lo hago por cualquiera.
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Perfecta Atracción ©
RomanceSecuela de "Perfecta Destrucción" Si estás pensado en leer esta historia, es necesario que leas la primera parte para entenderle. Después de despertar de un largo coma, Savannah se enfrenta a una realidad desconcertante: no recuerda nada de lo que...