Llegamos a la universidad sudados y con dolor de pies. La llanta de la motocicleta de Evan había explotado provocando que saliéramos volando hacía unos arbustos y que unos chicos soltaran carcajadas al vernos con ramas en el cabello.
— ¿Por qué llegaste tarde? —me preguntó Elena en un susurró mientras el profesor Will anotaba en el pizarrón técnicas para bailar.
—La motocicleta de Evan tuvo un altercado y tuvimos que correr —le comenté mientras me sentaba junto a ella.
Mientras realizaba mi apunte, me empecé a marear sintiendo un fuerte dolor en mi cabeza.
—Voy al baño —le dije a Elena, ella asintió con una sonrisa.
Me dirigí al escritorio del profesor y le expliqué lo que sentía. Me dejó salir unos momentos a tomar aire, pero que volviera en diez minutos y que cualquier cosa le avisara.
Salí del salón y empecé a caminar por los largos y solitarios pasillos de la universidad. No había absolutamente nadie, todos estaban en sus clases. Decidí ir al baño, para lavarme un poco la cara y refrescarme. A penas llegué, me miré en el espejo acomodando unos cuantos mechones de pelo, me agaché y mojé mi cara refrescándome.
No sabía porque me sentía tan mal. Escuché un ruido proveniente de uno de los cubículos y supe que no estaba sola. No le dí importancia y seguí en lo mío, mientras buscaba en mi mochila una caja de pañuelos, sentí como alguien me agarraba bruscamente por detrás estampándome contra la puerta de uno de los baños. El golpe provocó que la puerta se abriera y cayera al retrete. Mi vista estaba borrosa yo cabeza comenzó a doler.
Cuando vi de quién se trataba, me congelé del miedo. Ya era suficiente.
—Ya me estoy cansando de que sigas con vida...— espetó Meredith mientras me tomaba del cuello. Con solo escuchar su voz provocaba que mi cuerpo temblara.
Un escalofrió recorrió mi cuerpo de pies a cabeza.
—Déjame —le hablé con notable furia en mi voz, e hice un fallido intento de soltarme. Sin embargo ella era mucho más fuerte que yo y volvió a acorralarme sin esfuerzo alguno. — ¿Cómo llegaste aquí?
Sus ojos estaban oscuros y su ceño estaba fruncido, sonrió dejando sus dientes a la vista y jaló mi cabello hacia atrás provocando que mi cuello quedara hacia arriba.
—Te voy a matar aquí mismo —me susurró mientras que con la navaja que traía la paseaba por mi cuello dejando una sensación horrible. Se me erizó la piel al instante, varios recuerdos llegaron a mi mente con tan solo oírla. Entre ellos, cuando Dylan me dejó en aquella casa.
—Suéltame —volví a decirle, sin embargo hizo caso omiso a mis peticiones.
—Vamos a hacer esto por las buenas... o por las malas —comenzó a acercarse a mi rostro.
— ¡Que me sueltes! —grité ya asustada.
Entonces vi como ella cambiaba su rostro a uno de furia ante mi grito. Su ceño se frunció a sobremanera. Me agarró con fuerza empujándome contra la pared, haciendo que me golpeara. Cerré los ojos debido al impacto. Irradiaba furia por sus ojos.
— ¡Déjame! —volví a gritar, en un último esfuerzo. Sin embargo de nada serbia, estaban todos en sus salones y nadie me escucharía.
Iba a volver a protestar, pero agarró mis manos y trató de cortarme. Yo ya tenía la cara cubierta de lágrimas.
— ¿Acaso no oíste? ¡Que la sueltes! —oí que dijo alguien a espaldas de ella.
Meredith se dio la vuelta, totalmente enojada.
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Perfecta Atracción ©
Roman d'amourSecuela de "Perfecta Destrucción" Si estás pensado en leer esta historia, es necesario que leas la primera parte para entenderle. Después de despertar de un largo coma, Savannah se enfrenta a una realidad desconcertante: no recuerda nada de lo que...