Abrí los ojos pero no vi nada, me dolía la cabeza, el ruido de las goteras me molestaba y olía a humedad.
Sobre mi cabeza intuí que había una lámpara ya que era lo único que podía ver. Las muñecas y los tobillos me ardían demasiado ya que la soga estaba muy apretada. Quería gritar. Entonces descubrí una mordaza en mis labios impidiéndome cualquier palabra, mi saliva recorría mi cuello y podía escuchar pasos, se acercaban. Se paraban.
—Sav, Sav, Sav —habló alguien a mis espaldas y la sangre de me congeló al escuchar la voz de Meredith. Quise moverme pero cuando mi mirada bajó hasta mis manos pude notar que estaba atada en la silla con una soga. — ¿Sabes que por culpa de tu estúpida madre, me está buscando la policía nuevamente?
Escuché como sus tacones retumbaban por toda la habitación, me provocaba escalofríos escucharla, sabía perfectamente que esto no saldría bien. Maldije a mi mamá por haberla acusado con las autoridades, maldije a todos por haberme mentido y principalmente me maldije a mí misma por haber sido tan estúpida como para no haberle dicho a la policía desde el principio lo que había pasado con Meredith.
—No sabía que tu memoria había regresado.
Comencé a llorar frenética, quería irme, quería que esto fuera un mal sueño.
De pronto la vi, llevaba un vestido negro con el cabello suelto, tenía un labial negro y unos tacones altos. De su espalda sacó una navaja y comenzó a jugar con ella, provocando que soltara un sollozo.
Sabía perfectamente que no saldría viva de esto.
La puerta se abrió dejando a la vista a Dylan. ¿Qué demonios hacía aquí? Él me miró y se podía notar el dolor en sus ojos.
—Ya te dije lo que tienes que hacer —le recordó Meredith saliendo de la habitación. Dylan se acercó a mí y comenzó a desatarme.
—Dylan... por favor, por favor déjame salir de aquí, te lo imploro tú no eres así —supliqué cuando me quitó la mordaza, mientras me movía de un lado a otro.
—Lo siento —fue lo único que dijo. Se colocó frente a mí y abrió mi boca metiéndome un par de pastillas, traté de escupirlas pero la mano se Dylan se colocó en mi nariz dejándome sin respirar. —Si no te quieres ahogar, trágatelas.
Las pastillas recorrieron mi garganta bajando lentamente. Al poco rato mi mente comenzó a imaginar cosas que ni siquiera se encontraban en la habitación. Luces de todos los colores aparecieron y todo comenzaba a distorsionarse. Me había drogado. Sentía mi corazón bombeando a mil por hora pero ya no lloraba ya no sentía nada. Dylan me tomó del brazo levantándome, caminamos por una casa que no reconocía, estaba abandonada y polvorienta, mi cuello dolía. La madera de la casa crujía con cada paso que dábamos, mis pies se esforzaban por caminar, pero se tropezaban con todo lo que había.
El aire de la calle hizo que un escalofrió recorriera mi espina dorsal, no sabía a dónde íbamos, pero se veía todo más colorido en mi mente.
—Evan...—balbuceé débilmente mientras era arrastrada hasta el coche. Dylan me metió en el asiento del copiloto a empujones ya que mi cuerpo no respondía a los movimientos. Mis parpados estaban más pesados y sentía que en cualquier momento me quedaría dormida.
Árboles y árboles eran los únicos que se veían a lo largo del viaje. Mi mano derecha desabrochó cuidadosamente el cinturón de seguridad sin que él se diera cuenta. Me aventaría y no me importaba resultar herida, pero saldría de aquí.
—Sav, no sabes cuánto siento esto, pero me gusta ver feliz a Meredith, ella me ha devuelto la felicidad y no la puedo decepcionar —frunció los labios sin apartar la vista del camino. —Yo fui el que dejo la droga en la mochila de Evan, pero no funcionó el plan ya que tú pagaste la fianza. Si Evan estuviera en la cárcel, ahorita tú no estuvieras aquí a punto de morir.
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Perfecta Atracción ©
RomansaSecuela de "Perfecta Destrucción" Si estás pensado en leer esta historia, es necesario que leas la primera parte para entenderle. Después de despertar de un largo coma, Savannah se enfrenta a una realidad desconcertante: no recuerda nada de lo que...