Me desperté sin el calor del cuerpo de Evan. Lo busqué por toda la casa pero no había rastro de él. Su mamá me dijo que había salido sin decir a donde iba. ¿A dónde habría ido sin avisarme? Le intenté llamar al teléfono móvil pero no me respondió, así que el miedo invadió mi cuerpo pensando en que algo malo le pudiera haber pasado. Aunque pasaba de medio día, la preocupación seguía.
—Regresará pronto —me dijo su mamá acariciándome el hombro. —Él es así.
Quería salir a buscarlo, pero la ciudad era demasiado grande como para dar con su paradero. Las horas pasaban y mis nervios aumentaban, la puerta se abrió dejándome ver a Evan con cara de pocos amigos.
— ¡Evan! ¿Dónde estabas? Tenías a Sav muy preocupada —regañó su mamá entregándole un paquete de galletas a Alice.
—He salido a dar una vuelta con la moto.
— ¿Una vuelta? Habrás dado muchas vueltas porque mira la hora que es, podrías haber avisado —regañó Jay, yo decidí no decir nada.
—No quería despertarlas mamá.
—Pero te hemos llamado también —hablé finalmente. No tenía que buscar escusas para justificarse.
—Ya no volverá a pasar —habló entre dientes entrando al baño. Alice tomó mi mano y me llevó al sillón para poder seguir viendo la película de princesas. Al poco tiempo Evan salió del baño para sentarse junto a nosotras. Le robó una galleta a la pequeña y esta le dio un manotazo.
—Sólo Sav puede agarrar galletas —regañó con el ceño fruncido y Evan le enseñó la lengua mientras reía.
Horas después me encontraba en la habitación de Evan pintándome las uñas. Evan había ido al baño a darse una ducha y yo estaba esperándolo gustosa.
— ¿Qué estás haciendo, palmerita? —me sobresalté al escuchar a Evan. Al girarme me encontré con su cuerpo tapado por una única toalla colgando de su cintura.
—Pintándome las uñas, ¿te las pinto? —sonreí y él negó con la cabeza.
Vi que Evan se iba a deshacer de la toalla delante de mí para vestirse, por lo que giré mi vista como auto reflejo.
—Puedes mirar, no muerde —habló refiriéndose a su entrepierna. —O sí —me guiño el ojo.
Le aventé uno de los cojines que había en la cama a su cara. Me miró por un momento y luego vino corriendo hacia mí para tumbarme sobre la cama, comenzó a hacerme cosquillas y estallé en carcajadas.
— ¡Para! —comencé a patalear como una niña para evitar que me siguiera haciendo cosquillas, pero me era imposible.
—Debiste haberlo pensado antes de haberme tirado ese cojín —Evan siguió durante unos segundos más hasta que se detuvo. — ¿Qué te apetece hacer esta tarde? —preguntó mientas bajábamos a la sala.
—Iba a ver lo de mi inscripción a la universidad y estudiar un poco.
Dije mientras bajamos a la sala para poder ver la televisión.
— ¿Vas a pasarte toda la tarde estudiando? —asentí. —Bueno, entonces puedes quedarte en mi habitación estudiando mientras yo disfruto de una maravillosa tarde haciendo algo.
— ¿Vas a salir?
—No lo sé, tal vez —comentó mirándome de reojo mientras se sentaba junto a mí a ver la tele.
— ¿Mañana iras conmigo a ver lo de tu inscripción?— Negó. Evan y yo habíamos quedado que iríamos a la misma universidad ya que arquitectura y Danza estaban en el mismo campus. — ¿Por qué?
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Perfecta Atracción ©
Roman d'amourSecuela de "Perfecta Destrucción" Si estás pensado en leer esta historia, es necesario que leas la primera parte para entenderle. Después de despertar de un largo coma, Savannah se enfrenta a una realidad desconcertante: no recuerda nada de lo que...