Prólogo.

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"Éramos tan distintos...yo tan invierno y el tan primavera; Como la luz y la sombra, éramos opuestos, pero nos amábamos; Yo amaba su calidez y él amaba mi frialdad"

— ¿Sav?

Escuché como mi mamá me llamaba desde la sala, dejé a un lado el pequeño libro que había comprado esta mañana en la librería y me coloqué mis zapatos para poder bajar. Alex y mi mamá estaban sentados con las manos entrelazadas, mi madre soltaba pequeños sollozos mientras con una de sus manos tomaba papel de baño. Me detuve frente a ellos y Alex me hace una señal con la cabeza para que me siente.

— ¿Papá ya llegó? —dije buscándolo con la mirada por toda la sala. Al escuchar eso, mi mamá comenzó a sollozar fuertemente y se balanceó hacia mí, enterrando su cabeza en el hueco de mi hombro.

—Sav... tu padre falleció.

Las palabras salieron de su boca con dificultad mientras trataba de tomar aire y calmarse, me miró con sus ojos rojos e intentó hacer que yo pronunciara alguna palabra. Mi corazón se detuvo en ese momento, el retrato de mi padre apareció de la nada con su cálida sonrisa. Los momentos con él se pasearon en mi mente, como si de una película se tratara. Las lágrimas comenzaron a bajar por mi mejilla pero yo seguía ahí, sin pronunciar ningún sonido o hacer algún movimiento.

Alex sollozaba en silencio mientras nos observaba, nosotros siempre habíamos sido muy cercanos a él, siempre estaba jugando futbol con Alex o simplemente le daba consejos de cómo debía impresionar a la chica que le gustaba. Conmigo era diferente, siempre me daba regalos o me llevaba a comer a mi restaurante favorito. Recuerdo que cuando tenía pesadillas, él siempre venía a mi rescate, se acostaba junto a mí y sobaba mi cabeza lentamente, mientras me susurraba que todo estaría bien.

Me alejé de mi mamá y solo subí a mi habitación ignorándola por completo, cerré de un portazo y me aventé a mi cama. Los sollozos salieron segundos después, sentía como mi corazón se rompía en pequeños pedazos dejándome un dolor indescriptible.

—¡¿Por qué tú?! —grité tapándome la cara con una almohada. La puerta de la entrada principal se cerró de un portazo y el motor del auto sonó. De seguro Alex se iría por allí a pensar o simplemente a estar solo.

La vida no era justa, no lo era. Se había llevado una parte de mí, y esa ya no volvería jamás.

...

— ¡Eres una estúpida! —la mano de mi mamá se había estampado en mi mejilla dejándome un ardor inmediato, como reflejo, mi mano subió comenzando a sobar mi mejilla esperando no llorar. —Te dije que vayas por mis cigarrillos y mi whisky.

Mi madre estaba de mal humor y no querer ir por su adicción la ponía aún peor.

—Ya te dije que yo no voy a traerte eso, si quieres seguir matándote ve tú por ellos —mis palabras salieron firmes ante su respuesta. No iba a solaparle su adicción, yo quería que mejorara, pero al parecer yo era una mala hija al no traerle lo que quería. Sus ojos estaban inyectados en sangre y su pelo estaba desaliñado. No se había duchado en dos semanas, su aspecto era espantoso pero al parecer a ella no le importaba.

—No sabes cómo deseo que hubieras sido tú en vez de tu padre.

Los recuerdos de un chico de cabello rizado con grandes ojos y un par de hoyuelos vagaban por mi cabeza. No sabia quien era, no sabía qué parentesco tenía conmigo, pero lo veía siempre en mi mente, ocupando gran parte de mi imaginación. Posiblemente sólo era alguien imaginario que mi mente había creado, ya no sabía con exactitud qué era real y que no. Los gritos de una mujer se escuchaban en el exterior de mi cabeza, ella decía que no podía pasar más meses así... repetía que debía despertar para poder irme lejos de aquí. No entendía. ¿Por qué tendría que irme?

—Él dice que no fue cierto...— escuché decir a un hombre. Tenía  la voz entrecortada y se notaba que se pondrá a llorar en cualquier momento. —Él no tenía idea.

Intenté escuchar más pero era inútil. Mi mente volvía a vagar hasta una visión, el chico de rizos con ojos bicolor aparecía frente a mí con una sonrisa burlona, me decía que no me quería y que me mataría cuando me tuviera cerca. Intenté despertar pero era inútil, solo sentía como mis párpados se movían desesperados. Ya no quería estar en esta situación, ¿quién eran las personas que venían a verme? ¿por qué lloraban?

Tras una larga lucha contra mí misma, mis ojos se abrieron de golpe. La luz cegadora hizo que pusiera mis manos en mi cara para evitar que me lastimara.

— ¡Debe ser una jodida broma! —gritó un chico castaño de piel morena. —No puedo creerlo. Lo hiciste, por Dios, ¡lo hiciste! ¡despertaste! ¡al fin!

Aquel chico comenzó a llorar sorprendido de que hubiera despertado, saltó de su lugar para empezar a brincar por toda la habitación. Yo seguía abrumada por todo lo que estaba pasando.

—Tengo... tengo que avisarle a la enfermera —tartamudeó el castaño... —Sav, estás aquí, estás aquí. Voy a desmayarme, lo estoy sintiendo. ¡Mamá! ¡mamá! —comenzó a llamar a la mujer.

Eché un vistazo a mí alrededor y desconocí el lugar, las paredes eran de un triste color amarillo. La habitación olía a vinagre, a suavizante y amoniaco, todo era confuso y mi cabeza daba vueltas sin parar. Miré a aquel chico con mirada tranquila. Mis pestañas se cerraban lentamente por el peso de mis párpados, los abrí nuevamente y lo volví a mirar. Estaba con una sonrisa en su rostro y mordiéndose el labio para no sollozar.

— ¿Quién eres? —pregunté tranquilamente para no alarmarlo. Al escuchar eso el chico palideció completamente dejando a la vista una cara de preocupación.

Perfecta Atracción ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora