El auditorio estaba lleno de muchos focos, pero ninguno de ellos tenía tanta luz como la que desprendía Evan. Su confianza hizo que su discurso fuera el mejor. Más que nada porque abrió su corazón con respecto a que por qué merecía una segunda oportunidad en esta universidad.
—Definitivamente queremos dentro a alguien que sepa lo que quiere lograr con su futuro, te daremos la oportunidad de seguir aquí, Evan —escuché decir a la directora y vi cómo Evan hacia un gesto con sus puños en señal de victoria.
Estaba muy orgullosa de él, de que se hubiera enfrentado a algo que había deseado por años.
— ¿Nerviosa? —me giré para encontrarme con una cabellera castaña. Era un chico bastante guapo, pero parecía un par de años más grande.
—No, yo no he venido para presentar un discurso. Sólo he venido de acompañante, pero me da la sensación que tu si vienes a eso —le sonreí y él asintió mostrándome unos graciosos hoyuelos.
— ¿Has venido por él? —señaló con la cabeza a Evan, quien aún se encontraba hablando con la directora.
—Sí, no quería dejarlo solo en este momento.
—Hacen bonita pareja.
—No sé si seamos pareja —respondí pensativa.
—Ya veo —no se escuchó muy convencido de haberme creído. —Por cierto, qué mal educado soy. Me llamo Brad.
—Yo soy Savannah —estrechamos nuestras manos fuertemente.
—Un nombre precioso.
—Muchas gracias, Brad y mucha suerte.
Vi como Evan caminaba directamente hacía mí. En otras circunstancias lo habría abrazado por la emoción, pero dada nuestra situación eso no iba a ser una buena idea.
—Sabía que lo conseguirías —fue lo único que logré decir, a lo que él me respondió con una sonrisa.
Nos quedamos sumidos en un extraño silencio. Sabía que tarde o temprano me tendría que enfrentar a lo que Evan me dijera porque no se iba a olvidar de esa conversación que teníamos pendiente.
Cuando regresamos a su casa, Jay estaba recogiendo todo el desastre que Evan había hecho en la sala. Cuando me vio una sonrisa apareció en su rostro.
—No sé qué haya pasado entre ustedes estos cuatro meses, pero deben arreglarlo —habló y salió de la sala dejándonos completamente solos.
— ¿Podemos hablar? El día de la boda no pudimos... y después me ghosteaste —vi nuevamente su nerviosismo por los movimientos que sus manos estaban realizando. —Creo que necesito darte una buena explicación.
—De acuerdo.
—Siento mucho lo que pasó aquella noche. No sabía que uno de mis amigos había metido sus mierdas en mi mochila, yo solo le iba a ir dejar un bote de pintura para su auto, pero todo se salió de control cuando los policías me detuvieron. En la estación no me dejaste explicar nada, pero lo único que sé es que te necesito en mi vida, palmerita.
Te necesito en mi vida. Sus palabras no dejaban de resonar en mi cabeza.
—Por segunda vez en toda mi vida me siento feliz, cuando estoy contigo todo el dolor desaparece y cuando te vas... es insoportable. Lo siento mucho, por favor perdóname.
—Evan... no lo sé.
—Créeme por favor. Se que soy un imbécil, pero jamás me metería con eso.
Pensé unos segundos hasta que solté un suspiro.
—Está bien, Evan. Te creo, más que nada porque sé que tú no harías algo así. Pero si llego a enterarme que tú si tuviste que ver con eso, me iré y ya no regresaré —le advertí seriamente. —Te he echado mucho de menos —apreté su cuerpo contra el mío y su perfume inundó mis fosas nasales.
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Perfecta Atracción ©
RomanceSecuela de "Perfecta Destrucción" Si estás pensado en leer esta historia, es necesario que leas la primera parte para entenderle. Después de despertar de un largo coma, Savannah se enfrenta a una realidad desconcertante: no recuerda nada de lo que...