El fin de semana había llegado y Evan me había recalcado muchas veces ayer antes de irme de su casa que tendríamos una cita. El hecho de que me llevara a un lugar especial me hacía darme cuenta de lo mucho que le importaba a Evan. No iba a negar que siempre había un pequeño pinchazo dentro de mí que me decía que todo esto no podía ser tan perfecto. Pero luego recordaba en cómo el destino había puesto en mi camino aquel chico inocente pero rebelde por alguna razón, y estaba segura de que era porque sabía que algo especial iba a suceder entre nosotros.
Lo más precioso de Evan no era su belleza, si no toda la luz que desprendía al ser el mismo.
Por las pocas pistas que Evan me había dado sobre el lugar en el que cenaríamos, deduje que era un sitio algo formal, por lo que amoldé mi vestimenta al lugar. Me coloqué un vestido blanco que dejaba mi espalda al descubierto y unos tacones plateados.
Mi celular vibro dejándome ver un mensaje de Evan indicándome que ya se encontraba esperándome en el coche. Agradecí que mi mamá ni Charlie estuvieran en casa para evitar preguntas incómodas, bueno él no las haría, pero mi mamá sí.
Al salir, me encontré con la escena más bonita. Evan estaba espectacular luciendo una camisa negra que se adaptaba perfectamente a su figura. Me recordaba al día en que me había dado el anillo de promesa. Tuve que cubrir mi boca por la sorpresa que me generó verlo así.
Salí corriendo para envolver mis brazos alrededor de su cuello y él inmediatamente me levantó para dar una vuelta sobre nuestro eje.
—Estas guapísimo —dejé un beso en su mejilla y él se sonrojó haciéndolo lucir muy tierno.
—Pero es imposible estar a tu altura —Evan me dejó en el suelo para examinarme de arriba abajo provocando un ardor en mis mejillas. —Me encanta cuando te sonrojas, ya lo he dicho pero es imposible no decirlo cuando te ves tan tierna.
Me atrajo de nuevo hacía él para tomar mis labios entre los suyos, provocando que en su rostro quedara un poco de mi labial rojo. Limpié cuidadosamente con mi mano y nos subimos al auto.
Como era habitual, Evan no apartó su mano de mi pierna mientras conducía, dejando pequeños toquecitos de vez en cuando. El contacto de su piel con mi pierna encendía algo dentro de mí, ocasionándose un vuelco en mi estómago.
Cuando llegamos, me tomó de la mano para entrar en un enorme edificio. Subimos a un ascensor en el cual había un hombre dentro. Llevaba una gorra y lentes, iba vestido de con unos jeans rotos y una sudadera negra. Hablaba con alguien pero al vernos se detuvo. Nos sonrió y bajó en el siguiente piso.
Una vez que llegamos a nuestra planta, pude contemplar las increíbles vistas que nos rodeaban. Era una especie de azotea en la que se podía ver el mar. Una imagen realmente maravillosa. Sentí un poco de frío en mi cuerpo, por lo que Evan al percatarse de ello, puso su saco sobre mis hombros.
El camarero nos condujo hasta una mesa y nos sentamos uno frente al otro. Me quedé admirando la atractiva figura de Evan, que se encontraba mirando la carta. Parecía como si Evan estuviera hecho para ser admirado. No me cansaba de hacerlo.
— ¿Prefieres comerme a mí o vas a pedir algo de la carta? —me sacó de mis pensamientos y negué con la cabeza.
De pronto un hombre, que no era el camarero, se acercó a nuestra mesa. Pude ver el semblante serio de Evan al mirar a aquel hombre, intuyendo que no era alguien que le agradara.
— ¡Hombre, Evan! Cuanto tiempo sin vernos. ¿No ve vas a presentar a tu preciosa cita? — Dio una palmada en la espalda de Evan y pude ver el cuerpo de él tensarse.
—Roger, esta es mi novia Savannah. Sav, él es Roger, un viejo conocido —acepté la mano de aquel hombre, pero me estaba incomodando su presencia.
—Un gusto, los dejo cenar. Llámame pronto, Evan — habló el hombre y salió del restaurante junto con una chica castaña.
La cena fue muy linda, no la habíamos pasado riendo y comiendo la comida la cual estaba deliciosa. Evan había estado más risueño de lo habitual lo cual me mató de ternura.
—Hagamos un brindis —sirvió un poco de vino en nuestras copas y me sonrió tímidamente. —Por la bonita vida que llevamos juntos.
Yo sonreí tontamente y tomé la copa. Las chocamos lentamente y bebí de la exquisita champán, era tan dulce y espumosa.
—Y porque a pesar de todo seguiremos juntos — sonreí y él se estiró hacía mi para besar mis labios.
Pagamos la cuenta y salimos a la calle, la cual estaba solitaria. Entrelazamos nuestras manos y caminamos por un parque. La noche estaba tranquila y los pequeños grillos chillaban a nuestro al rededor. Caminamos por un parque, el cual estaba decorado con unas lindas luces que hacían del lugar más romántico. Un puesto de algodones de azúcar estaba más adelante, así que decidimos ir por uno.
—Que sea el más grande —le dije a Evan y él aceptó.
De pronto todo pasó muy rápido. Fue como si hubiera pasado cámara lenta. El tipo que estaba anteriormente en el ascensor le dio un golpe a Evan provocando que cayera al suelo. Solté un grito y corrí para poder buscar ayuda pero aquel hombre seguía persiguiéndome. Sentía el ardor en mis pies por los tacones y la respiración se me entrecortaba cada vez más.
Mi cabello fue jalado hacia atrás. Todo me dolía y abrí la boca para gritar pero fue demasiado tarde, un pañuelo fue colocado en mi boca asfixiándome. Miré la cara del hombre enfocarse y desenfocarse mientras yo arañaba inútilmente su rostro. Los pulmones se me dilataron, amenazando con reventar.
Sentía como me arrastraban, escuchaba la voz de Evan gritando desconsoladamente a lo lejos. No podía volver a pasar. ¡No podía volver a pasar de nuevo!
—La tengo, ya tiré su celular —la voz del hombre era muy ronca y no se me hacía conocida. Lo volteé a ver y traté de zafarme pero fue en vano, porque el puño de aquel sujeto se estampo contra mi cara dejándome inconsciente.
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Perfecta Atracción ©
RomanceSecuela de "Perfecta Destrucción" Si estás pensado en leer esta historia, es necesario que leas la primera parte para entenderle. Después de despertar de un largo coma, Savannah se enfrenta a una realidad desconcertante: no recuerda nada de lo que...