Abrí los ojos lentamente y lo primero que vi fue el reloj que estaba colgando en la pared, marcaba las siente de la noche, pero la fecha fue lo que me congelo. Habían pasado diez días. Esos insoportables días en los cuales me había sometido a golpes, abusos y a solo comer un chocolate diario. Intenté moverme y hablar pero era imposible, tenía amarrado los pies junto con los brazos y la mordaza seguía en mi boca.
Billy entró por la puerta con un cable en la mano , me miró y su saliva calló al suelo.
—Hora de jugar, pequeña zorra.
Corrió hacia mi y me aventó al suelo, no tenía fuerza suficiente para moverme o retroceder, así que deje que me sacudiera como trapo viejo. Me arrancó la poca ropa que llevaba y con el cable golpeó mi espalda. Gruñí al sentir como el cable de metal rasgaba mi piel. Caminó a su mesa de noche y tomó un cigarrillo el cual después posó sobre mi pierna derecha. El crujido de mi piel quemándose hizo que intentara gritar, pero no podía, no podía hacer nada. Y ahora sabía lo que había sentido Evan.
Mis ojos se llenaron de lágrimas mientras trataba de apartarme, pero antes de que pudiera reaccionar, sentí sus manos fuertes tomando mi rostro. Su aliento asqueroso me envolvió y, sin darme tiempo a pensar, Billy acercó su boca a la mía y me besó con fuerza.
Una ola de náusea me recorrió el cuerpo; quise apartarme, girar la cara y escapar, pero Billy no me lo permitió. Sus dedos se cerraron alrededor de mi cuello, firmes y decididos, manteniéndome en su control. La presión era asfixiante, el pánico se apoderó de mí mientras sus labios seguían presionando los míos. Quería gritar, empujarle, hacer cualquier cosa para liberarme, pero su agarre era demasiado fuerte.
La desesperación aumentaba con cada segundo que pasaba, y mis esfuerzos por liberarme parecían inútiles.
Unos gritos provenientes de la planta de abajo empezaron a hacerse más audibles, provocando que Billy se apartara de mi. La puerta de su habitación fue abierta de un portazo dejando a Evan a la vista. Me miró y sus ojos se volvieron cristalinos al verme amarrada y con ligeras marcas en la espalda y piernas.
— ¡Lárgate, es mi zorra, estoy jugando con ella!
—gruñó Billy. Evan sacó de su bolsillo un tubo de plástico y caminó hasta él para después electrocutarlo. Billy cayó al suelo mientras se retorcía por la descarga eléctrica, Evan corrió a mí y me desató. Me abrazó con todas sus fuerzas mientras sollozaba porque finalmente había acabado la tortura.—Amor. Ya pasó, todo está bien —mis brazos se sujetaron con todas mis fuerzas a él, rezando porque no fuera mi imaginación y yo ya estuviera muerta.
—Sácame de aquí... —le rogué apenas audible. Me miró y sobó mi mejilla para después pasar su pulgar por mi ojo ahora ya morado. Cerró sus ojos al ver la sangre seca en mi rostro y las mascas de cigarrillo quemado en mi piel. Salió de la habitación rápidamente y volvió con papel de baño para limpiar mi nariz, me levantó y con la colcha de la cama cubrió mi cuerpo desnudo. Un policía entró a la habitación con una pistola.
— ¿Qué le paso? —señaló a Billy, el cual estaba en el suelo inconsciente.
—Se desmayó —mintió Evan y me apretó más a él.
El policía habló por su radio y nos indicó que bajáramos a la patrulla en la cual había más personas investigando.
Al bajar, mi mamá se encontraba con los ojos inyectados en sangre de tanto llorar, al verme corrió hacia mí y comenzó a sollozar con más fuerza. La abracé y dejé que todo lo que estaba aguantando saliera, todo había parecido como una película de terror.
—Estarás bien cariño, estás bien —asentí con la poca fuerza que me quedaba y limpie mi nariz, mi cuerpo no dejaba de temblar y mi cabeza dolía. —Evan nos ayudó a encontrarte, es todo gracias a él —susurró y me separé de ella para poder observarlo. De sus preciosos ojos bajaban lágrimas mojando sus mejillas.
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Perfecta Atracción ©
RomanceSecuela de "Perfecta Destrucción" Si estás pensado en leer esta historia, es necesario que leas la primera parte para entenderle. Después de despertar de un largo coma, Savannah se enfrenta a una realidad desconcertante: no recuerda nada de lo que...