Capítulo No. 2. Zeph Ford.

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Corrí lo más silencioso que pude al mostrador, lo rodeé y me acerqué a mi hermano, quien se encuentra sentado en el suelo con la espalda contra la pared. Mi pecho se comprimió al ver el estado en el que se encuentra, intentando respirar sin su inhalador. Sacudí el pequeño aparato en mi mano y acerqué la boquilla a sus labios.

Él lo sostuvo con lentitud, haciendo un gran esfuerzo con su mano, luego de algunos respiros más que le dio al aparato, lo alejó y respiró con normalidad.

Lo abracé sin poder evitarlo, él se aferró a mi cuerpo normalizando su respiración, acaricié su cabello oscuro para luego apoyar mi barbilla en la cima de su cabeza.

─Gracias ─susurró débilmente mi hermano provocando que un nudo se instale en mi garganta.

─No tienes que agradecer nada ─murmuré.

Nos quedamos en silencio por algunos segundos más, luego lo alejé de mí y lo ayudé a ponerse de pie. Me sonrió sin esfuerzos provocando que yo le devuelva la sonrisa de forma floja, revolví su cabello negro mientras sus ojos azules siguen fijos en mí pero con un pequeño brillo de diversión.

Ja... éste ha de estar pensando en algo nuevo con que molestarme muy seguramente.

─¡Zeph! ¡Zeph! ¡Mira!

Volteé a ver a mi hermana menor correr a nosotros, ella sacude en una de sus manos una hoja amarillenta, se detuvo en frente de Dylan y yo para mostrarnos la hoja que contiene un dibujo.

─¿Qué es eso, Zoey? ─cuestionó Dylan arrugando la nariz.

─Ésta soy yo, Dylan y Zeph ─Señaló a tres personas de palitos de colores con alegría en su voz, al verla y escucharla hablar de esa forma una pequeña sonrisa se adueña de mis labios─. Cuando vivamos juntos, en una casa grande, vamos a tener un perro gigante y hermoso, ¡Y se va a llamar babas!

─¿Babas? ─pregunté con extrañeza sintiendo ternura por esa pequeña niña que se adueña de mi corazón cada vez más.

Dylan soltó una risa por lo bajo guardando sus manos en los bolsillos de su sudadera negra viendo a Zoey con las cejas alzadas.

─Babas es un nombre horrible ─dijo Dylan.

─¡No es cierto! ─chilló Zoey.

─Sí es cierto.

─¡No! Babas es un nombre hermoso, ¿Verdad, Zeph? ─comentó Zoey volteando a verme, asentí en su dirección para no romperle sus ilusiones pero Dylan se rio por lo bajo.

─Te dice que sí para no romperte el corazón ─musitó Dylan señalándome con el pulgar.

Bueno, ¿Y a éste qué le pasa? Hace un momento se estaba muriendo y ahora anda molestando a la enana de Zoey como si nada hubiera pasado.

Miré a Dylan con el ceño fruncido pero luego observé a Zoey de reojo al notar reacciones en ella completamente negativas, la castaña frunció el ceño enojada, provocando que su mirada verde grisácea resalte y pateó a Dylan en la pierna, el pelinegro de ojos azules aulló de dolor y alzó su pierna izquierda, llevando sus manos a la zona del puntapié de Zoey.

─¡¿Qué te pasa enana?!

─¡Enanote!

─¡Frodo!

─¡Pie grande!

Restregué mi rostro con ambas manos frustrado, escuchando la discusión de todos los días entre estos dos. Dios, son hermanos y no se llevan bien, ¿por qué será que no dejan de discutir? Ojalá algún día deje de escuchar sus discusiones y se lleven bien, como hermanos normales.

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