Capítulo No. 20. Zeph Ford.

9 3 0
                                    

─¿Necesitas ayuda?

─No, yo puedo sólo.

Miré a Axel notando como el rubio lucha para abrir una lata del tamaño de un estómago con un simple cuchillo sierra de cocina, sin embargo, no ha logrado abrirla por completo por el dolor que le recorre desde el hombro derecho hasta el codo derecho, aunque lo niegue, pero la leve mueca casi imperceptible de dolor en su rostro lo delata.

Respiré hondo, exhalé pesadamente por mis fosas nasales viendo una vez más como el chico dejó de mover el cuchillo de cocina mientras frunce sus labios, luego, ligera pero realmente ligeramente, movió su hombro derecho, muy probablemente para calmar el dolor de las heridas que cicatrizaron pero que han de dolerle de todas maneras.

─¿Necesitas ayuda? ─volví a preguntar.

─Que no ─murmuró amargamente.

─Como quieras.

Volteé a ver a otro lado escuchando el sonido del cuchillo perforando la lámina de aluminio de la tapa de la lata del tamaño de un estómago.

La cafetería del lugar se encuentra medio llena, hay algunas personas en grupos en alguna que en otra mesa comiendo lo que los cocineros tienen para ofrecerles, que no es para tanto, sin embargo, el rubio de ojos azules sentado en frente mío prefirió sabotear quién sabe dónde y agarrar una lata de durazno intacta. No sé cuál es su obsesión con el durazno pero el chico se ha negado miles de veces a comer algo de éste lugar, solo se ha dedicado a abrir la lata de durazno gigante, o bueno, a intentar abrirla ya que no puede utilizar tanto su brazo derecho, el cual se sigue recuperando por lo que sucedió hace más de un mes y medio.

El sonido del cuchillo rajando la lámina de aluminio se alza sobre los murmullos de las personas que se encuentran en el lugar. Miré de reojo a Axel descubriendo como una mueca de molestia se adueña de su rostro a la vez que mueve el cuchillo con más velocidad que antes hasta que de la nada se cortó, soltó un pequeño alarido de dolor en un leve susurro, soltó el cuchillo pero luego maldijo al ver como el cuchillo se hundió al interior de la lata.

Apreté mis labios entre sí para reprimir mis risas viendo como Axel ve completamente molesto la lata de durazno, como si lanzara rayos láseres por sus ojos y así lograra desintegrar la lata o abrirla sin necesidad de un cuchillo.

Mi pecho vibró por la culpa de las risas que intento no dejar que escapen de mi boca pero aun así se escuchan un poco ganándome la atención de Axel. El rubio me ve con molestia, sus ojos azules se vieron claros en ese momento pero cargados con humor negro.

─¿De qué te ríes, eh?

─¿Quién? ¿Yo? ─Me señalé con un dedo provocando que Axel alce una ceja como si me dijera: no, el perro de la esquina, baboso─. No, de nada. ¿Por qué preguntas?

Axel me vio con una cara de obviedad pero luego respiró hondo y regresó a ver la lata gigante de durazno encima de la mesa de plástico con el ceño fruncido.

─Al diablo ─susurró tan bajo que tuve que tardar unos cortos segundos para lograr identificar sus palabras, luego me sorprendí por su vocabulario grosero cuando él no dice malas palabras, que yo sepa, y no tan seguido.

Axel agarró la orilla de la tapa de la lata de durazno, ya que logró cortar como un cuarto de la circunferencia de la lámina que sirve como tapa, la alzó poco a poco, con completo cuidado, de seguro para no cortarse de nuevo, sin embargo, noté como una molestia pasó por su rostro fugazmente y dejó de intentar alzar la tapa.

Lo miré esperando a que me diga qué sucede pero conociéndolo taaaan bien no me dirá nada de nada que tenga relación con él, no voluntariamente. Desvié la mirada de la lata a su mano izquierda notando como aflojó el agarre, luego noté un leve brillo carmesí.

Zone ZeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora