Capítulo No. 24. Zeph Ford.

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Unos leves golpecillos a mi mejilla me despertaron, apreté mis ojos intentando hacer mi cabeza a un lado pero esos golpecillos siguieron molestándome, medio abrí los ojos viendo todo borroso, parpadeé varias veces pero esos golpecillos siguieron.

─ Despierta, bella durmiente, es hora de irnos.

Sentí como mis muñecas fueron liberadas al igual que mis tobillos y todo mi cuerpo, restregué mi rostro con mis manos para luego ver en frente mío con cierta dificultad, logré notar como algo es colocado en frente mío, esforcé mi visión hasta que lo logré identificar.

Eso es... ¿eso es pan?

Fruncí el ceño con extrañeza para luego ver lo otro que está en frente de mi rostro.

¿Café? ¡Café! ¿Cuándo fue la última vez que probé ese néctar de la vida.

Miré a la castaña de ojos grises en frente mío, ella solo me sonrió y me lo acercó más, lo agarré con extrañeza a lo que ella agrandó su sonrisa y palmeó mi mejilla con cariño... que extraño.

Se giró y caminó en dirección a la puerta abierta.

─¡Vamos, Zeph! ¡Que el tiempo es oro!

Observé como la castaña salió del cuarto, miré el pan y café en mis manos para luego volver a ver por donde se fue la castaña.

¿De dónde lo consiguió?
 
 
 
 
(...)
 
 
 
 
─¿A dónde iremos ahora? ─pregunté caminando a la parte trasera de la camioneta, dejé la caja y la empujé para luego voltear a ver al rubio.

Axel se encuentra dándome la espalda viendo un dispositivo en sus manos pareciendo como si nunca me hubiera escuchado.

─Axel ─llamé pero me volvió a ignorar.

Idiota, malhumorado.

Miré a otro lado y sin nada más que decir seguí ayudando al rubio a subir las cajas a la camioneta en la que nos iremos a... no sé a dónde pero nos iremos.

Exhalé cansado feliz de que ya terminé de subir las cajas, levanté la compuerta trasera de la camioneta y la cerré.

─Esas maletas también.

¿Eh?

Volteé a ver al rubio descubriendo como mira el dispositivo con el ceño fruncido, fruncí el ceño volteando a ver a todos lados con sigilo hasta que lo vi.

─Ni verga.

Axel me vio de mala manera apenas terminé de hablar.

Tragué saliva sin poder evitar que se escuche. Aparté la mirada de los ojos azules del rubio.

Maldición.

Sin más remedió volví a bajar la compuerta trasera de la camioneta y caminé en dirección a las maletas, no eran muchas pero sí que pesaban.

Zoey se encuentra dentro de la camioneta dormida en los asientos traseros mientras el aire fresco del amanecer eriza el bello de mi cuerpo.

Suspiré temblorosamente, guardando mis manos en los bolsillos de mi sudadera vino tinto una vez que terminé de subir las maletas, observé como el sol se oculta con las nubes grises que adorna el cielo como la mayoría de los días, rara la vez que la gran esfera brillante se deja ver e ilumina con sus rayos, casi nunca sucedía desde antes de que iniciara la guerra.

Reino Unido es una isla, literalmente, y antes de que iniciara la guerra la mayoría de los días eran lluviosos pero desde que la guerra había iniciado la lluvia había descendido pero lo nublado no había desaparecido, ahora es rara la vez que llueve que incluso extraño esas noches en las que escuchaba el agua caer contra el suelo, contra las casas, contra los árboles, contra todo lo que habita en el suelo, como quisiera que esos días regresaran, en dónde no tenía que preocuparme por nada más que no sea que la ropa no se humedezca ni se apeste.

Zone ZeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora