Capítulo No. 25. Willa Worral. || 2da. parte.

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Miré el cielo nublado con los ojos un poco entrecerrados.

Las nubes grises son muy abundantes, no son un gris intermedio a como siempre, se ven más oscuras que antes y así han estado desde cerca del mediodía, sin embargo, no pierden ese peculiar brillo que hace que tus ojos se cieguen por algunos segundos que te obliga a entrecerrar los ojos.

El ambiente es frío, y a pesar de que soy amante del frío debido a que en Reino Unido siempre llovía la mayoría de los días, antes de que iniciara la guerra, siempre fui muy friolenta. Recuerdo que papá me regañaba por salir a la calle sin un abrigo o aunque sea alguna sudadera sencilla. De vez en cuando era necia y salía a la calle sin nada que me proporcionara calor. Me moría de frío. Sentía esas ganas de taparme con mil cochas y no salir de la cama pero a la vez quería sentir ese fresco aire acariciar suavemente mi piel, incluso a veces caminaba desde la escuela hasta la casa con tal de sentir las gotas de lluvia impactar con mi cuerpo... tres días después estaba tirada en la cama por un resfriado severo que no me dejaba ni moverme mientras papá me regañaba sin descansar pero a la vez me cuidaba.

Solté un poco de risas por lo bajo, recordando esos días en los que mi mente deliraba más de lo normal. Como quisiera regresar a esos días en donde no tenía que sobrevivir ni tener una vida de nómada... no como ahora...

Bajé la mirada a mis botas negras estilo militar, las que me regaló mi tío Josh cuando cumplí quince años.

Mi tío Josh es uno de los hermanos menores de mi papá, el segundo de tres, el último de los tres se encuentra al otro lado del mundo y no sé si sigue con vida. El último siempre fue más divertido que papá y mi tío Josh, más enérgico, más atrevido, más valiente, más parlanchín, más bromista, más sonriente... similar a mí, o más bien, yo soy similar a él, sin embargo... no sé si sigue con vida.

Me entristecí ante ese pensamiento debido a que se encontraba en el otro lado del mundo el día que inició la Tercera Guerra Mundial. No fue a la visita de cada tres meses a la casa, esa visita obligatoria que todos los hijos menores o únicos, que son obligados a servirle al ejército extranjero, deben de hacer, una visita que yo hubiera hecho si no fuera por la maldita guerra.

Y las botas se volvieron a llevar toda mi atención.

Mi tío Josh siempre decía que son al estilo militar pero los quintillizos me decían que en realidad sí pertenecen a la milicia solo que a mi tío le encanta jugarme bromas de vez en cuando. Cada vez que le preguntaba si eran de la milicia, siempre sonreía, se reía y me decía: No lo sé. Tal vez sí. Tal vez no. Puede ser. Eso tendrías que averiguarlo tú, bodoque.

Bodoque... siempre me decía bodoque de cariño, y para fastidiarme, ya que según él yo era una bolita cuando era bebé.

Pinche tío, ja, ja.

Sonreí y me fijé más en el camino que recorro, atenta a no tropezarme, caerme y romperme la cara... hasta que algo agarró mi mano derecha.

Me sobresalté, llevé mi mano izquierda a la daga que tengo en el lado exterior de mi muslo izquierdo, dejé de caminar y miré a lo que sea que me agarró de la mano descubriendo a... a Zoey.

Ah, caray.

Me sorprendí más que antes, alejé unos centímetros mi mano izquierda de la daga mientras veo a Zoey a los ojos, la castañita me ofreció una sonrisa con todos sus dientes, sus ojos verdes grisáceos brillaron de alegría mientras un rulo castaño cae en su cara bronceadita.

─Hola ─me saludó apartando el rulo de su cara.

─Hola ─contesté sintiendo mi voz extraña, luego dirigí mi mirada a nuestras manos agarradas, noté como Zoey se sonrojó como un tomate mientras baja la mirada nerviosa─. ¿Por qué...? ─Me callé ya que no encuentro la forma correcta de preguntarle por qué me agarra de la mano sin sonar grosera con ella, y ella me cae bien y no quiero herir sus sentimientos.

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