Capítulo No. 11. Willa Worral.

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─Ay, ya, yai, ya, yai, ya, yai ─chisté entre dientes cerrando los ojos con fuerza y aparentando la orilla de la mesa para resistir el dolor─. ¡Ay! ─me quejé cuando sentí el alcohol etílico penetrar el músculo herido.

─Deja de quejarte, pareces una cría ─manifestó Kimberly mientras escucho como deja los utensilios en la mesa.

─¡No me estoy quejando! ─Y justo en ese momento ella tiró algunas gotas de alcohol etílico más en la herida abierta a lo que chisté entre dientes.

─¿Qué decías?

Solté un pequeño alarido de dolor, abrí los ojos viendo la mesa de la cocina toda llena de polvo pero a la cual, aun así, estoy aferrada de las orillas mientras Kimberly se dedica a curar la herida de la parte trasera de mi omóplato derecho, sí, justo en donde antes tenía una herida de bala ahora tengo una herida de daga, ¿Qué cosas, no?

Sentí una gota de sudor recorrer mi frente hasta llegar a la punta de mi nariz, se quedó ahí por algunos segundos hasta que cayó a la base vieja y polvorienta de la mesa de madera.

Escuché como algo cayó bruscamente y luego, cerca de mi mano derecha, apareció un hacha con el filo lleno de sangre, fruncí el ceño al ver algunas gotas de sangre caer a la mesa mientras que algunas lograron rozar mis dedos, alcé las cejas y volteé a ver al hombre de ojos azules y cabello rubio que está parada a un lado de la mesa.

Axel se quitó el arnés de su cadera y luego su camiseta negra dejando ver su cuerpo marcado y completamente trabajado, su piel ligera pero ligeramente bronceada con algunos bellos en el pecho y por debajo de su ombligo haciendo un camino hacia abajo.

Alcé una ceja y sonreí de lado viendo a mi primo a los ojos, él me vio indiferente y se sentó bruscamente en la silla, en frente mío, para luego poner su pierna derecha encima de la mesa y alzar la tela de su pantalón negro hasta llegar a la rodilla, en donde pude ver un rastro de sangre.

─¿Rodilla o más arriba? ─pregunté ladeando ligeramente la cabeza, sospechando su respuesta.

─Más arriba ─murmuró mi primo echando la cabeza hacia atrás. Touché, tenía razón─. Avísame cuando termines, Kimberly.

Miré sobre mi hombro izquierdo a mi prima viendo como ella tiene en sus manos una aguja larga y curveada, también me percaté de su ceño fruncido, ella me vio a los ojos a lo que me encogí de hombros pero sentí un jalón en la piel desgarrada de mi hombro derecho a lo que chisté entre dientes, cerrando los ojos y arrugando la nariz.

Santa papaya de la cachucha.

─¿Ya casi terminas?

─Falta poco.

─¿En serio ya no había anestesia? ─volví a preguntar sintiendo la aguja penetrar mi piel para poder unirla─. Porque en serio, duele como no tienes idea.

─Era esto o usar la tradicional ─me recordó la morena.

El silencio nos rodeó por un buen tiempo. Decidí no responder porque el solo pensamiento de utilizar la tradicional me abruma de cierta manera. Prefiero una cicatriz estética que una cicatriz hecha un desastre.

Seguí en silencio algunos segundos más hasta que sentí como Kimberly pone crema en la herida de mi hombro derecho y luego una gasa que pegó con cinta adhesiva blanca.

─Listo ─confirmó Kimberly para luego acercarle el botiquín a Axel.

Axel lo acercó más a él y luego se puso de pie, nos vio a Kimberly y a mí, primero a una y luego a la otra.

─¿Recuerdan lo que hicieron nuestros padres cuando Isel y Finn no querían matar porque les daba pavor el arrebatar una vida? ─cuestionó el rubio.

Fruncí el ceño pero a la vez alcé una ceja, me debo de ver ridícula pero me da igual.

¿Si recordar lo que mi padre, junto a sus hermanos y hermanas, hicieron cuando Isel y Finn, mis primos, no querían matar? ¡Por favor! Lo recuerdo a la perfección, es algo que nunca olvidaré.

─¿Por qué? ─habló Kimberly cruzándose de brazos.

─Tal vez tengamos que hacer lo mismo que ellos ─divagó tocando su barbilla con una botella de alcohol etílico y viendo a cualquier lado pensativo─. Después les explico.

Dio media vuelta dispuesto a desaparecer pero yo no lo dejé porque hablé.

─¿Recuerdas cómo quedó Katrina cuando vio todo el espectáculo que formó nuestros padres? Ella tenía seis años, quedó traumada ─musité.

─¿Y en donde estaba Katrina después? ─habló de nuevo Axel a lo que yo bajé mis hombros y mi mano derecha viendo a otro lado─. Esa niña se volvió una gran militar en el ejército de Suecia, antes de que lanzaran algunas bombas nucleares radioactivas a todo el país, pero funcionó para que su mente despertara por completo.

─¿Estás proponiendo hacer lo mismo con Zeph? ─cuestionó Kimberly a lo que yo miré a la morena y luego al rubio.

─Es necesario.

─Axel, querido, cariño, primo precioso ─tomé la palabra, le sonreí falsamente─. Estas demente ─Borré mi sonrisa pero él se encogió de hombros y sonrió ligera pero ligeramente de lado─. Ese chico le da pavor un arma de fuego, incluso una miserable navaja; dime cómo esperas que ese chico se convierta como nosotros con esa maldita idea de nuestros padres. No sé tú, pero si fuera tú... ─guardé silencio por un momento y pensé muy bien la propuesta de mi primo─. Al demonio, hagámoslo. Cuándo, cómo y a qué hora.

Apoyé mis manos encima de la mesa y miré expectante a mi primo, quien sonrió ligeramente de lado y asintió en nuestra dirección.

─Yo les aviso, primero tenemos que encargarnos de la pequeña, luego veremos qué sucede.

Fruncí el ceño confundida, completamente confundida al escuchar sus palabras.

¿La pequeña?

─¿Qué planeas hacer con Zoey? ─pregunté preocupada de repente por la castañita de ojos verdes; el saber su historia logró ablandar un poco mi corazón, solo un poco, nada más.

─Charlar con ella, ahora, si me permiten Drama Queens, ésta herida no se cura sola ─finalizó Axel, asintió en nuestra dirección y salió de la cocina.

Mi primo a veces tiene ideas realmente descabelladas, pero siempre funcionan, solo me queda confiar en él y en el plan.

«Encargarnos de la pequeña» se repitió las palabras de Axel en mi mente.

Es solo una niña, no quiero que salga lastimada de todo esto pero al parecer no tenemos otra opción. Es eso o que Zeph siga a como sigue, siendo un total fracasado que no puede herir a alguien con una simple navaja, y eso que era un ruso. Pero qué susto me dio cuando me disparó apenas abrí esa puerta metálica, por poquito y no la cuento. Desgraciado.

Y si... ¿no fuera un ruso al que tendría que matar?

Miré a Kimberly de reojo, segundos después ella me vio de reojo, frunció aún más su ceño y dejó de tocar su barbilla para poder tener sus brazos cruzados, luego ajustó el cruce.

─¿Qué? ─habló viéndome con sospecha.

─Se me acaba de ocurrir una teoría ─confesé como si fuera lo más normal del mundo; me encogí de hombros y le sonreí.

─¿Sabes, Willa? Sigo creyendo que de nosotros tres, tú eres la más lunática ─habló, me dio la espalda y abrió el grifo del lavavajillas─. Habla, tienes toda mi atención en las próximas horas en lo que Axel se cura solo.

Me reí entre dientes, froté mis manos de forma ansiosa y me senté encima de la mesa para luego balancear mis pies y ver la espalda y el cabello negro de mi morena favorita.

Esto se pondrá interesante y muy emocionante.
 
 
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