Prologo

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-¡Vete!-chilló una mujer, aventándole los objetos de su alcance a un hombre, mientras este intentaba tranquilizarla.

En la otra esquina de la desordenada sala, una pequeña niña se encontraba. Sus ojitos derramaban lagrimas y se aferraba fuertemente a un osito. Solo se asomaba la mitad de su cuerpo por el marco de la puerta, pero sin duda alguna, aquella no era la mejor escena que una pequeña de 4 años deba presenciar.

-Tranquilízate, ella esta aquí.-murmuró aquel hombre, intentando que la mujer se tranquilizara y se comportara como una persona cuerda. Aunque quizás ese era el problema que el se negó tanto a ver, que ella no estaba cuerda, lo había dejado de estar hace ya mucho tiempo.

Y lo que más le dolía admitir era que, aunque este la pequeña frente a ella, frente a su madre, poco le iba a importar.

-¡Ya me tiene harta la niña, no recuerdo ni su estúpido nombre, Allen!¡Solo la tuve para que te desichieras de tu mujer y ni para eso sirvió!-chilla, soltando todo lo que tenía atorado en la garganta.

-¡Ya me tiene harta! ¡Tu y ella! ¡Ni siquiera recuerdo su estúpido nombre, Allen! ¡Sabes perfectamente para que la tuve y no fue precisamente porque la quería!-chilló histérica, soltando todas aquellas crueles palabras que nunca había dicho.

Y, muy en el fondo, ella sabía que Allen ya sabía eso. Que sabía perfectamente que el único "uso" que tenía la niña, era para separarlo de su mujer y de su hijo.

Pero aquello ya no le importaba, porque hace mucho que ella dejó de ser alguien en la vida de ese hombre, aunque le cueste aceptarlo. Ya no era más su mejor amiga, ni su novia, ni su amante... era simplemente nada.

Las lagrimas de rabia que querían salir de sus ojos no lo hicieron, porque se encargó de no verse débil ante aquel hombre. En un ataque de locura, volvió a agarrar un objeto para aventarle. Esa vez, fue un jarrón.

La más pequeña en aquella sala se asustó ante el potente ruido que el jarrón hizo. La cerámica estrellando contra el suelo, los pedazos resbalando, la mirada de rabia de su madre y la enfadada mirada de su padre son cosas que, quizás, no podrá olvidar.

-¡Basta!-chilló, sin poder contener su enfado. Había intentado mantenerse lo más tranquilo que podía, simplemente para que la situación no empeore y su hija se asuste más, si aquello era posible. Pero el... simplemente no podía seguir fingiendo estar tranquilo.-Si sigues así... me voy a ir. Me voy a llevar a Leah conmigo y tu vas a terminar en un puto manicomio.-susurró amenazante, sintiendo que a pesar del dolor que aquello le ocasionaba, no podía simplemente dejar que las cosas sigan así. Sin duda, no quería que eso se convierta en una amenaza vacía.

-No me la puedes sacar...-susurró, sonriendo maliciosamente.

-Claro que puedo, soy su padre.

Allen sintió como un escalofrío lo recorrió al escucharla reír maliciosamente. Eso era, sin lugar a dudas, escalofriante.

-Ella no es tu hija...-confesó.-Ni para eso serviste, si quieres sacarte dudas puedes hacer un ADN... pero luego, cuando veas que ni siquiera es tu hija, no me digas que no te avise. Ahora ya te puedes ir, de nuevo, con tu mujer y tu hijo. No hay nada que te ate a mi, o a la niña.-soltó amargamente, porque aquello le producía una verdadera amargura.

Lo próximo que hizo fue irse. Sonrío falsamente y se dio vuelta, yéndose por un pasillo que guiaba a sus habitaciones, dejándolo a el, totalmente confundido. Se fue como si no hubiese pasado nada. Como si de repente no le hubiera dicho que su bebita no era suya. Esa bebé que había intentando cuidar lo mejor posible durante cuatro años, no era su bebé.

La pequeña, ignorante sobre el significado de aquella información, corrió hacia su padre cuando vio a la bruja, como ella le llamaba, alejarse. Ni siquiera notó los restos del jarrón esparcidos por el suelo de la sala, ella solo quería ir con su papá.

Allen no tardó en darse la vuelta, alterado, cuando escuchó un quejido y sollozos aumentando más, si eso era posible, y vio que su pequeña, ya no seguro si suya, se había lastimado con los restos del jarrón.

-Papi...-lloriqueó aquella pequeña.

No tardó en agarrarla entre sus brazos, sintiendo una extraña sensación en el pecho. La llevó hasta el baño y se encargó se curar su piecito, para luego llevarla hasta su habitación, donde la acostó en su cama y la arropó, esperando tranquilamente a que se duerma.

-Lo siento pequeña, lo siento mucho... feliz cumpleaños, bebé-susurró sin despertarla, dejando un beso suave en su frente, para luego levantarse y hacer algo de lo que seguramente se iba a arrepentir y nunca perdonar por el resto de su vida... se fue.

Bajó las escaleras, subió a su auto y se fue con su familia. Con la que el creía su verdadera familia. Su esposa y su hijo.

Sin mirar atrás, sintiendo una fuerte presión en su estomago y sus ojos empezar a picar. Pero era mejor así, o eso creía el. A el no le cabía duda alguna sobre que ella, sinceramente, no se merecía el padre que tenía.

Nota

Primero que nada, espero que les guste❤

Segundo, estoy corrigiendo así que cada capitulo que lo este, tendrá un "corregido" al principio. No pienso cambiar nada de la trama, solo algunas palabras y sobre todo las faltas de ortografía así que pueden seguir leyendo todo a pesar de que no este corregido.

Eso es todo, disfruten.❤

Un Padre, Cinco HijosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora