CAPÍTULO 30: Pequeño mío
Allen
—¿Por qué estas tan preocupado? El chico debe estar divirtiéndose.
Rodeé los ojos y vi claramente como la rata se movía en su jaula, haciendo que todo el aserrín se mueva con ella.
—El es chiquito… no entiendo como se me ocurrió dejarlo ir a ese lugar, lleno de adolescentes hormonales y horribles.
Axel rodó los ojos y deslizó el autito por la pista.
—¿Qué estas haciendo? Es un juego de niños.
Axel río y deslizó otro autito.
—¿Qué tiene? Los mellizos me lo prestaron.
Rodeé los ojos y vi como Lean y Aarón se unían a lo que él hacía, creando carreras entre ellos.
—Dios mío, se lo regale a mis hijos de ocho años—susurré incrédulo.
—Allen, no llores, hay un autito para ti también—murmuró Lean, luego soltó un quejido—. Mi regalo ni siquiera compite con el tuyo.
Rodeé los ojos y suspiré con suavidad. A los mellizos les había encantado mi regalo. Era una pista para autitos, con lucecitas y todas esas cosas, con varios de ellos para que jugarán. A Leah le había encantado apenas la vio, y cuando la vi supe que era el regalo indicado para ellos.
Pero mis hermanos no habían elegido mal sus regalos. Aarón les había regalado una pelota y camisetas de fútbol con sus nombres, porque les gustaba mucho jugar al fútbol, acompañado de dos arquitos para el jardín que rompían con toda la estética de mi patio.
Axel les había dado unos juegos de consola… y la consola. Y yo, que me había prometido no comprar ninguna de esas cosas, no pude oponerme, tampoco podía quitarles su regalo. Aunque prefería mil veces que mis niños jugarán en el jardín, con sus juguetes y con sus hermanos, a que estuvieran frente a la pantalla todo el día.
Lean, por último, les había dado unas cosas extrañas que parecían mini Transformers. Uno rojo y otro azul. Se convertían en autos y luego en personitas robóticas nuevamente. A ellos les había encantado.
—Es que mira la hora, son las doce de la noche, el debería estar tapadito en la cama y durmiendo felizmente. Pero no…
—Allen, déjalo que se divierta un rato—me cortó Lean, haciendo rodar el autito—. El sabe cuidarse.
¿Él sabe cuidarse?
Una hora después descubrí que no.
—Mhm, esto tiene una clara explicación.
—Si, clara ya la veo—murmuré.
Chris dormía cómodamente en el hombro de aquel chico, mientras se aferraba a una botella de cerveza como si de un bebe se tratara.
Asher, me había llamado, utilizando un viejo celular que le había dado a Chris, para que pudiera llamarme si algo sucedía o si quería que fuera a buscarlo antes. Me había hablado muy nervioso, murmurando cosas sobre un Chris muy dormido y su poca tolerancia al alcohol.
—Solo tomó una, yo le insistí… no sabía que tenía tan poca resistencia— río incómodo, rascándose la nuca.
Pestañeé con lentitud y masaje el puente de mi nariz, soltando un bufido frustrado.
—Tu casa se ve cada vez peor—murmuré, viendo como demasiados chicos salían y entraban de ahí.
La música se escuchaba demasiado fuerte, y las luces de colores me empezaban a molestar.
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Un Padre, Cinco Hijos
RandomAllen Anderson es un reconocido y prestigioso empresario, acostumbrado a tener una doble vida en donde en una cuida de su hijo y en la otra a su hija. Pero un acontecimiento provoca que Allen deba abandonar ese estilo de vida, cuidando de sus dos p...