CAPÍTULO 45: Salidas

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CAPÍTULO 45: Salidas

Allen

—¿Qué tal si salimos esta noche?

Dejé de picar aquella verdura que hacía a mis ojos lagrimear para poder concentrarme en lo que Axel decía.

—Ya estoy cocinando—gruñí.

Axel río y negó con suavidad.

—No seas bruto, Allen, quiero que salgamos y nos emborrachemos un poquito.

Aarón río y se sentó a su lado, seguido de Lean y un Christopher en pijama, mirando a todos atentamente.

—No te acuestes con el cabello mojado—advertí.

Chris sonrío como un niño pequeño, cerrando levemente los ojos y haciendo notar sus hoyuelos. Sin embargo, un estruendoso estornudo le quitó lo adorable.

—No puedo salir a emborracharme un poquito—murmuré—, tengo un adolescente resfriado y cuatro niños esperando a que les lea un cuento.

—¡Papá!

Sonreí ante los chillidos exagerados y avergonzados de los mellizos. Claro, ellos que eran tan grandes, no podían escuchar cuentos de su papá.

—Vamos, no salimos hace tanto, estoy perdiendo mis mejores años.

Reí ante el puchero que mi hermano estaba haciendo, el mismo que pasaba sus días en el gimnasio, aumentando su masa muscular.

—Yo puedo leerle un cuento a los chicos—murmuró Chris, recortando su cabeza sobre la mesada y cerrando los ojos. Tenía la nariz y los pómulos rojizos, delatando más su resfriado.

Mi niño se había estado esforzando demasiado aquella última semana. Había estado estudiando hasta tarde e intentando retomar todas sus materias.

—No voy a salir, cariño, no me apetece.

Sonreí cuando Axel chilló dramáticamente.

—¿Siquiera recuerdas lo que es salir y divertirte? ¿salir con una mujer?

Sentí un ligero calor en mis mejillas al escucharlo, conteniendo una pequeña risa.

—No lleves por el mal camino a mi papá, él no quiere emborracharse.

—Bueno, Chris, salgamos nosotros—murmuró Aarón, revolviendo su cabello. Chris río y negó cuando me miró—. No temas, podemos sedarlo.

Rodee los ojos y sonreí cuando Leah corrió hacia mi, mostrándome una hoja que parecía ser más grande que ella.

—¡Lo hicimos con la seño, papi!

—Que preciosidad, cariño, eres toda una artista.

Leah sonrío orgullosa e intentó pegar aquella cosa en la heladera.

—De verdad, Allen, ¿qué tal si pruebas con Tinder?—susurró Axel, intentando alcanzar una de las zanahorias que había cortado perfectamente en tiritas.

—¿Qué es Tinder?

Dereck miró con curiosidad a su tío mientras habría la heladera y sacaba una botella de jugo.

—Una aplicación para…

—Trabajar—murmuré, frunciendo el ceño ante su mirada divertida.

Dereck se alzó en hombros y volvió a la sala con sus hermanos.

—Axel, no quiero salir con ninguna mujer—aclaré, apuntándole con el cuchillo que tenía entre mis manos.

—Bueno, también hay chicos…

—Axel, ¿Qué tal si sales tu solo?

Mi hermano chilló indignado e intentó alegar algo, sin embargo, soltó un bufido y salió de la cocina mientras escuchaba las risas de Aarón y de Lean.

—Igual no es una mala idea salir un poco, estas todo el tiempo aquí o trabajando.

Le dediqué una sonrisa a Chris y negué con suavidad.

—¿Estas insinuando que los tengo aquí encerrados todo el tiempo y no salimos nunca?

Chris sonrío y negó.

—Solo digo que quizás si deberías salir solo, si quieres, o con alguna mujer… o solo—insistió.

—No, gracias. Prefiero quedarme en casa con mis niños y mi adolescente resfriado.

Christopher me miró fijamente, sonriendo débilmente y mirando en simultáneo a sus tíos. Luego, todos me dejaron solo, y a mi no me hizo falta que me lo dijeran para saber que estaban tramando algo que no me iba a gustar.

Como tampoco me gustaba la idea de tener a todos mis hermanos, y hasta a mi propio hijo, insistiendo en que debería salir y divertirme. Menos que menos la idea de una mujer en aquella ecuación.

Solté un suspiro mirando aquel dibujo en mi heladera. La de una linda familia sin figuras femeninas, excluyendo a Leah, claro.

Sin embargo, esa era mi familia, y no sentía la necesidad de buscar a alguien para completarla. Así la sentía completa, y así la quería.

Todas mis relaciones habían terminado en caos, incluso cuando había entregado mi corazón por completo.

Emma, aquella mujer que me había enamorado, se había convertido en alguien que yo había dejado de reconocer con el tiempo. Y no quería que eso volviera a suceder. Me negaba a volver a enamorarme de aquella forma.

Era un hombre de casi treinta años, había mucha vida por delante, sin embargo, para mí, el amor se había acabado.

Y estaba bien con eso, ya había disfrutado y sufrido, no quería más de eso.

Un Padre, Cinco HijosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora